miércoles, 6 de mayo de 2015

Vino y Esmalte


No te perdono. No te perdono el haberme dejado mientras trato de construir una vida ajena a lo que pudo ser nuestra vida. Nada es tan intenso, nada se lleva al límite y no hay una pasión real por lo que quiero vivir o hacer. Todo se traduce a un comportamiento mediocre, a alguien que no quiero ser pero que sonríe de vez en cuando (menos en fotografías, ya sabes cómo es eso) y todo se aregla con un ok, lo veo luego. Y sé que la culpa no es toda tuya, mucha de ella recae en mí; mi hostilidad, mis ganas de tener sexo todo el día, todos los días, mi desenfreno por ver qué más hay aparte de esto que respiro, mi falta de conformidad en una vida conformista.

Trato de reinventarme cada día pero acaso eso se puede hacer realmente? Pasa la mañana, la tarde, el día y me escondo en lugares en donde no pueden preguntarme que estoy haciendo, que vivo, que siento. Rechazo la propuesta desinteresada e íntegra de quien se presente para no tener que dar explicaciones del por qué de mi ausencia. Me esfumo. Así, sin más. Porque sé que en mi ausencia puedo recordarte a escondidas y es reconfortante pensar en todo lo que hicimos alguna vez juntos.

Mi caja de aspiraciones siempre está en neutro. Ya no rebusco en ella pensando encontrar aquella motivación importante, ni encuentro los colores tan íntimos que alguna vez me regalaste. La razón es obvia. Para mí. No sé si en este punto lo sea para tí. Celebro el día que tengo que celebrar, ya no me salgo del calendario trazado porque la motivación me elude y si esto es lo que llaman depresión, pues estoy tan sumido en ella que me siento completamente entumecido, perdido en mil pensamientos que no me llevan a nada. Esta es mi vida.

Quiero contarte bastante. Por un rato. Hablar de verdad. Sentarme. Conversar. Escucharte. Mirar cómo tomas agua y luego te ríes. No es mucho, la verdad. Pero es todo para mí. Además nunca encontré a alguien que cada vez que nos poníamos a conversar apagara el celular y no lo lleve a la cama. Qué cosa más extraordinaria ésa. Conversar cara a cara, de lado, mientras te vas durmiendo y me pides que te abrace. Qué cosa más extraordinaria…

No tengo fotografías, ni recuerdo la fecha en que nos vimos la primera vez porque yo y las fechas nunca hemos sido amigos. No recuerdo si tu cumpleaños es el 18 o 19 de tal mes…pero sí recuerdo tu olor, el impacto de tu “hola” y tus ganas de bailar. Rompí mi promesa de no tomar y esa noche tomé de más pero sabía que quería estar contigo. Me entusiasmé desde la primera noche y al siguiente día tomamos desayuno juntos. Te dije que te llamaría, me diste el teléfono y listo, chau. Te llamé por la tarde. En la noche nos fuimos a ver una película y luego a comer. Te dejé en la puerta de tu casa y me la cerraste en la cara. Cuando me iba, escuché que te reías por detrás del cerrojo. Abriste la puerta y me dijiste que te llame mañana. Luego la cerraste de nuevo y yo me fui riéndome un poco también.

Me acuerdo de ese color de uñas que te ponías, yo lo odiaba, me parecía que no te quedaba bien así que un día entré al baño y vi la marca: fui a comprar las misma marca pero de otro color y cuando te la regalé me dijiste que odiabas el color que yo había elegido y que no lo usarías nunca. Yo me quedé perplejo y luego hablaste de cualquier otra cosa y no recuerdo bien que hicimos pero ví como me mirabas de reojo y sentía que reías bajito.

Al siguiente día me recibste en tu casa desnuda y sólo con el esmalte de uñas puesto. Un dije, unos aretes. Nada más. Me preguntaste si me gustaba el esmalte que te había regalado más que el otro y te dije que sí. Te echaste en la poltrona y me abrazaste luego de un “gracias” al oído.

¿Lo recuerdo bien? ¿Fue así, no? ¿Cómo no me iba a enamorar?

Te acuerdas que cuando me preguntaste si me gustaba Dostoievsky yo me entusiasmé y te dije “Sí! Claro!” y luego me dijiste que te parecía el escritor más aburrido del mundo?  que 2000 páginas para saber que un cojudo no puede vivir con el asesinato que había cometido te parecía una pérdida absoluta de tiempo. Y cuando yo traté de explicar mi punto de vista me dijiste “cállate” y me diste un largo beso? Odio a Dostoievsky.

Y no era que eras la primera experiencia ni mucho menos…pero que bestia. Sí, la mejor. Todo tenías que hacerlo con gracia, la gente que nos vendía el pan te miraba con cariño, la señora del periódico siempre lo dejaba con tu nombre en el mismo lugar para que lo recojas en la mañana y no leas más que la sección de arte, ocio y cultura porque la política es una mierda en tu libro y el periódico muy largo…

Así que pasé un año excelente. Viajamos, conversamos de Goethé, Rembrandt, Rosseau. Del arte de la buena mesa;  la sofisticación de un pequeño plato (que según tú se come con todos los sentidos) mientras yo me deleitaba comiendo el bendito plato con una sola cucharada y tú me mirabas molesta, luego me castigabas sin vino. Ni sexo. Vaya largas noches cuando te molestabas…

Un buen día quisiste irte. Cuando pregunté por qué, ya habías volado. Nunca me lo explicaste. Sabías que así te ibas a hacer inmortal en mi memoria, en mi vida. Shhhh. Chau. Te cortaste el pelo como yo siempre quise que lo tuvieras, te pintaste las uñas con el esmalte que te regalé una última vez y te fuiste.

Y ahora trato de acercarme a tí, escribiéndote; no sé si estás viva, no sé si te casaste y tuviste los 3 hijos que nunca quisiste tener. No lo sé y no tengo una sola fotografía tuya pero siempre compro un vino y lo guardo para cuando quieras venir de visita. A lo mejor lo llegamos a abrir aunque sea tarde para los dos.