"He escuchado a ciertos engranajes dejar de rodar. Siguen encajados pero han dejado de moverse. Busco aquel motor que funcionaba tan bien hace unos años pero lo siento ahogado. He dejado caer al suelo la palanca que destrababa cualquier eje y ha retumbado muy fuerte cuando cayó. No me veo recogiéndola más.
Me duele la espalda, el cuello y no he cargado a nadie todavía. Las piernas tiemblan cuando camino. Añoro el sentimiento de sueño cada vez que me visita y he dejado de levantar la voz o de pelear por algo que quiero sea mío. He dejado que los años rueden y me han llevado a donde quisieron sin que yo haga nada por cambiarlo. He mirado a la resignación a la cara y ha sonreído resignada.
No culpo al frío, ni al miedo, ni al cambio, ni a los pelos blancos en mi cara. Dejé de barrer bajo los muebles y encuentro solo polvo cada vez que los miro.
Me he refugiado en soledad y me ha visitado uno que otro pensamiento ingenioso y creativo. Quedó trunco y ya no los recuerdo bien porque la adrenalina no va más por mi sangre y la capa no me hace volar como antes. Ante cualquier noticia buena dejo de sonreír y mi hablar pausado y aburrido se ha vuelto mi carta de presentación. Me he mojado la cabeza para despertar un par de veces y sólo he sentido que las gotas se van calentando mientras caen lentamente sobre el rostro que ya no reconozco.
Soy, en escencia, aquel que me juré nunca ser."