No te perdono. No te perdono el
haberme dejado mientras trato de construir una vida ajena a lo que pudo ser
nuestra vida. Nada es tan intenso, nada se lleva al límite y no hay una pasión
real por lo que quiero vivir o hacer. Todo se traduce a un comportamiento
mediocre, a alguien que no quiero ser pero que sonríe de vez en cuando (menos
en fotografías, ya sabes cómo es eso) y todo se aregla con un ok, lo veo luego. Y sé que la culpa no
es toda tuya, mucha de ella recae en mí; mi hostilidad, mis ganas de tener sexo
todo el día, todos los días, mi desenfreno por ver qué más hay aparte de esto
que respiro, mi falta de conformidad en una vida conformista.
Trato de reinventarme cada día
pero acaso eso se puede hacer realmente? Pasa la mañana, la tarde, el día y me
escondo en lugares en donde no pueden preguntarme que estoy haciendo, que vivo,
que siento. Rechazo la propuesta desinteresada e íntegra de quien se presente
para no tener que dar explicaciones del por qué de mi ausencia. Me esfumo. Así,
sin más. Porque sé que en mi ausencia puedo recordarte a escondidas y es
reconfortante pensar en todo lo que hicimos alguna vez juntos.
Mi caja de aspiraciones siempre
está en neutro. Ya no rebusco en ella pensando encontrar aquella motivación
importante, ni encuentro los colores tan íntimos que alguna vez me regalaste.
La razón es obvia. Para mí. No sé si en este punto lo sea para tí. Celebro el
día que tengo que celebrar, ya no me salgo del calendario trazado porque la
motivación me elude y si esto es lo que llaman depresión, pues estoy tan sumido
en ella que me siento completamente entumecido, perdido en mil pensamientos que
no me llevan a nada. Esta es mi vida.
Quiero contarte bastante. Por un
rato. Hablar de verdad. Sentarme. Conversar. Escucharte. Mirar cómo tomas agua
y luego te ríes. No es mucho, la verdad. Pero es todo para mí. Además nunca
encontré a alguien que cada vez que nos poníamos a conversar apagara el celular
y no lo lleve a la cama. Qué cosa más extraordinaria ésa. Conversar cara a
cara, de lado, mientras te vas durmiendo y me pides que te abrace. Qué cosa más
extraordinaria…
No tengo fotografías, ni recuerdo
la fecha en que nos vimos la primera vez porque yo y las fechas nunca hemos
sido amigos. No recuerdo si tu cumpleaños es el 18 o 19 de tal mes…pero sí
recuerdo tu olor, el impacto de tu “hola” y tus ganas de bailar. Rompí mi
promesa de no tomar y esa noche tomé de más pero sabía que quería estar
contigo. Me entusiasmé desde la primera noche y al siguiente día tomamos
desayuno juntos. Te dije que te llamaría, me diste el teléfono y listo, chau.
Te llamé por la tarde. En la noche nos fuimos a ver una película y luego a
comer. Te dejé en la puerta de tu casa y me la cerraste en la cara. Cuando me
iba, escuché que te reías por detrás del cerrojo. Abriste la puerta y me
dijiste que te llame mañana. Luego la cerraste de nuevo y yo me fui riéndome un
poco también.
Me acuerdo de ese color de uñas
que te ponías, yo lo odiaba, me parecía que no te quedaba bien así que un día
entré al baño y vi la marca: fui a comprar las misma marca pero de otro color y
cuando te la regalé me dijiste que odiabas el color que yo había elegido y que
no lo usarías nunca. Yo me quedé perplejo y luego hablaste de cualquier otra
cosa y no recuerdo bien que hicimos pero ví como me mirabas de reojo y sentía
que reías bajito.
Al siguiente día me recibste en
tu casa desnuda y sólo con el esmalte de uñas puesto. Un dije, unos aretes.
Nada más. Me preguntaste si me gustaba el esmalte que te había regalado más que
el otro y te dije que sí. Te echaste en la poltrona y me abrazaste luego de un “gracias”
al oído.
¿Lo recuerdo bien? ¿Fue así, no?
¿Cómo no me iba a enamorar?
Te acuerdas que cuando me
preguntaste si me gustaba Dostoievsky yo me entusiasmé y te dije “Sí! Claro!” y
luego me dijiste que te parecía el escritor más aburrido del mundo? que 2000 páginas para saber que un cojudo no
puede vivir con el asesinato que había cometido te parecía una pérdida absoluta
de tiempo. Y cuando yo traté de explicar mi punto de vista me dijiste “cállate”
y me diste un largo beso? Odio a Dostoievsky.
Y no era que eras la primera
experiencia ni mucho menos…pero que bestia. Sí, la mejor. Todo tenías que
hacerlo con gracia, la gente que nos vendía el pan te miraba con cariño, la
señora del periódico siempre lo dejaba con tu nombre en el mismo lugar para que
lo recojas en la mañana y no leas más que la sección de arte, ocio y cultura
porque la política es una mierda en tu libro y el periódico muy largo…
Así que pasé un año excelente.
Viajamos, conversamos de Goethé, Rembrandt, Rosseau. Del arte de la buena mesa;
la sofisticación de un pequeño plato (que
según tú se come con todos los sentidos) mientras yo me deleitaba comiendo el
bendito plato con una sola cucharada y tú me mirabas molesta, luego me
castigabas sin vino. Ni sexo. Vaya largas noches cuando te molestabas…
Un buen día quisiste irte. Cuando
pregunté por qué, ya habías volado. Nunca me lo explicaste. Sabías que así te
ibas a hacer inmortal en mi memoria, en mi vida. Shhhh. Chau. Te cortaste el
pelo como yo siempre quise que lo tuvieras, te pintaste las uñas con el esmalte
que te regalé una última vez y te fuiste.
Y ahora trato de acercarme a tí,
escribiéndote; no sé si estás viva, no sé si te casaste y tuviste los 3 hijos
que nunca quisiste tener. No lo sé y no tengo una sola fotografía tuya pero siempre
compro un vino y lo guardo para cuando quieras venir de visita. A lo mejor lo
llegamos a abrir aunque sea tarde para los dos.