Algunos libros habitan aquella vieja repisa que me han regalado hace poco. Dickens acaba de terminar de contarme
sobre su “Almacén de Antiguedades”. Acaso una de las historias más tristes que
he leído en muchos años. Lo acompañan, Poe, Carroll, Dumas, Verne y Wilde.
Todos buenos en su rubro, creativos, excepcionales y siempre rompiendo las
barreras de lo convencional en un mundo que los acogió de distinta manera
mientras vivían pero en el que dejan un legado formidable. Conforme pasa el
tiempo y comprendo que la vida no es suficientemente larga como para leer todo
lo que uno quisiera, me hago la idea de que cada libro elegido tiene que ser
importante. Sobre todo cuando no hay libro que deje a la mitad por más malo que
sea. He entendido ya por dónde caminan mis gustos en particular y sólo me
desenvuelvo en ellos por el momento, dándole cabido a autores que ahora
comprendo como favoritos. Sólo salto a la piscina cuando el libro es
recomendado por alguien que comparte los mismos gustos y estilos ya que más de
una vez he salido perdiendo tiempo con obras que no me dicen nada y que son, a
mí parecer, agua de otra fuente (Coellho, Dyer y cía).
Así, un pequeño mueble se levanta
para convertirse en un gran potencial de historias que se viven con un café,
regla, lápiz, post-it y demás artículos que hacen el viaje más placentero. No
es mucho lo que he leído pero lo poco que ha caído en mis manos, la mayoría de
veces, ha enriquecido a esa manera tan particular de ver el mundo. Grandes
autores, grandes movimientos y preguntas que siempre quedan sin responder, a
manera de filosofar, tal vez por años, sobre algún tema que queda en el tintero.
¿Televisor? ¿Para qué? Dios mío,
hay tanto que aprender de Kafka, Tolstoi y Dostoievsky. Y cada vez que me
acerco a esa pequeña biblioteca llena de apuntes y aventuras aún por leer me
doy cuenta que el único asesino que se esconde tras la luz de la lámpara es el
tiempo, porque ni el sueño te gana y hasta a la cama llevas aquél libro que te
arrullará con palabras que conforman ideas e historias. Lecturas más light,
como Brown, King, Koontz, y Larsson reciben un estante pero lejos de este
mueble y nunca se presentan en tapa dura. Muchos libros han sido leído y luego
han mutado a una mejor versión (Umberto Eco) y viceversa (Mario Vargas).
Al final, este mundo lleno de
letras depende de la susceptibilidad del lector y los gustos se van refinando
mientras más se consuma, se lea, se investigue y se forme una opinión propia de
lo leído. Y en cualquier historia leída el personaje principal siempre termina
siendo el lector sin que muchas veces lo sepa.
Y ahora, cuéntame. Qué estás
leyendo tú actualmente?