martes, 25 de noviembre de 2014

Cuando me levanta una canción.


Esa constante competencia

Ese constante quién es quién

Ese constante cambio de apariencia

Me ha transformado en su rehén.

Quise ser alguien y no pude

Guardo la duda en mi andar

Corté el camino y si te tuve

Pagué el precio por cortar

Uso el disfraz de la elocuencia

Tomo el lugar de quien no soy

Vuelo de más y mis carencias

Son realidad en mi oración.

 

Tomo el violín, sigo adelante

Vuelve la sonrisa a visitarme

El tiempo ido, el punto aparte

En una hoja se han posado

Y al despertarme veo al  lado

Aquél acorde que busqué!

Y vuelvo a ser quien quiero ser

Me paro raudo de la cama

Sin preocuparme hoy, si mañana

Querrás hacerme otro café.

miércoles, 6 de agosto de 2014

En clave de...corre!


Temblaba cuando lo hice, pero era la única forma. La única en ese momento de niño travieso. A finales de los ochentas mis pronunciados dientes tenían picaduras y debía ir al dentista. Mi continua negativa no intimidaba en lo más mínimo a mis papás así que un buen día de finales de los ochenta mi madre me llevó al consultorio. La dentista, una señora amargada por quién sabe qué o por quién, no hizo otra cosa que hacerme abrir la boca y meter sus equipos dentales y pulir, y pulir, y pulir…y yo, dolor, que dolor, que dolor. Cuando terminó yo no podía hablar por dolor. Señalé un pote transparente que había visto al entrar lleno de dulces y chupetes. Ella me miró y me dijo que no, que estaba preocupada por mis dientes y que sería bueno no comer nada hasta una próxima visita. Yo, indignado a mis 12 años, salí furioso del consultorio. Me hizo esperar mientras atendía a otro paciente y me senté a ojear ciertas revistas cuando de pronto, mis ojos captaron la imagen de un aparato muy poco conocido por estos lares pero que yo había visto en varias revistas que me llegaban de Gringolandia: un gameboy.

Me abalancé sobre él antes que llegue cualquier otro paciente. Al lado del aparato ví un cartucho que conocía a la perfección ya que mi primo tenía la versión en Nintendo. El juego en mención era Castlevania. Tremendo juego. A escasos centímetros de mi mano. A escasos centímetros de mi bolsillo. Me acordé del pote transparente y la cara seria de la vieja dentista. Sonreí maliciosamente y puse el juego en mi bolsillo. No había más. Me había convertido en ladrón a los 12. De pronto llegó mi madre a recogerme y ni me despedí. La miré y le dije que nos vayamos rápido porque tenía que hacer tareas o lo que fuera. La verdad era otra. No quería que me descubrieran. Mi madre asintió y nos fuimos del dentista. Juré no volver nunca más. Por el camino me metí la mano al bolsillo para estar seguro de tener mi preciado tesoro, pensé que haber sido capaz de tamaña fechoría no era digno de mí pero, sea…ya estaba hecho.

Al llegar la noche y acostarme, puse el juego en cuestión delante de mi repisa, para poder admirar la portada cien veces más, claro, porque me había apoderado del juego más no de la consola y no podía jugarlo. Mientras admiraba la portada el sueño empezó a apoderarse de mí y fui cayendo en los brazos de Morfeo…

2 a.m.: Me levanto, prendo la luz y veo que el juego me está mirando. Me observaba. Mi papá pregunta por qué he prendido la luz y la vuelvo a apagar.

3:30 a.m.: Me levantó nuevamente pero esta vez no prendo la luz. Solo estiro el brazo y siento que el ladrón de sueños está en su sitio. Abro la tapa, lo tengo entre las manos y lo vuelvo a poner en su sitio. Me demoro un poco más en poder dormir.

5:00 a.m.: Ya no puedo dormir. Me veo obligado a estar despierto hasta que empieza amanecer; siento que el corazón late rápidamente y sé perfectamente por qué es. Pienso en haber sido una persona mala, que no necesitaba tener ese juego de esa manera. Me gana la conciencia. Peter Parker jamás hubiese hecho eso. Jamás.

Siento un remordimiento continuo. ¿Cómo pude haber robado? ¿Cómo pude haberme hecho con algo que no era mío? ¿Qué pensarán mis papás, mis hermanos, la iglesia? Demonios! Tengo que actuar rápidamente. Sé exactamente lo que debo hacer. Es la única forma. La única.
Llego al colegio y le comento la gran fechoría a mi primo, algo mayor que yo. Después de llamarme la atención y decirme que eso no se hace (por más que sé que él había hecho lo mismo con varios cassettes de Nintendo de otra persona) me dice que me ayudará en la abnegada tarea de devolver el dichoso juego a su dueño.

Como castigo, no podría llevarme en bicicleta. El manejaba y yo debía ir atrás corriendo detrás suyo.  Al fin llegamos al bendito lugar y vimos la puerta abierta pero nadie esperaba en la sala. Saqué el juego del bolsillo, lo miré por última vez y lo tiré encima del sillón. Dentro, por una ventana vidriada escuchamos un ´taladro dental´ dejar de sonar y una silla que crujía. Vimos una sombra acercándose y salimos despavoridos del bendito lugar.

Odio ir al dentista.
Imágenes de Getty Images.

miércoles, 9 de julio de 2014

Perdido.

"He escuchado a ciertos engranajes dejar de rodar. Siguen encajados pero han dejado de moverse. Busco aquel motor que funcionaba tan bien hace unos años pero lo siento ahogado. He dejado caer al suelo la palanca que destrababa cualquier eje y ha retumbado muy fuerte cuando cayó. No me veo recogiéndola más. 

Me duele la espalda, el cuello y no he cargado a nadie todavía. Las piernas tiemblan cuando camino. Añoro el sentimiento de sueño cada vez que me visita y he dejado de levantar la voz o de pelear por algo que quiero sea mío. He dejado que los años rueden y me han llevado a donde quisieron sin que yo haga nada por cambiarlo. He mirado a la resignación a la cara y ha sonreído resignada.
No culpo al frío, ni al miedo, ni al cambio, ni a los pelos blancos en mi cara. Dejé de barrer bajo los muebles y encuentro solo polvo cada vez que los miro.

Me he refugiado en soledad y me ha visitado uno que otro pensamiento ingenioso y creativo. Quedó trunco y ya no los recuerdo bien porque la adrenalina no va más por mi sangre y la capa no me hace volar como antes. Ante cualquier noticia buena dejo de sonreír y mi hablar pausado y aburrido se ha vuelto mi carta de presentación. Me he mojado la cabeza para despertar un par de veces y sólo he sentido que las gotas se van calentando mientras caen lentamente sobre el rostro que ya no reconozco.

Soy, en escencia, aquel que me juré nunca ser."





jueves, 27 de marzo de 2014

Coleccionista o Jugador?


Hace aproximadamente 2 años entré a una página de ventas en donde encontré un artículo que me hizo recordar épocas de infancia frente a un televisor de pocas pulgadas hasta altas horas de la noche, los fines de semana. Jugar The Legend of Zelda después de 25 años había picado mi interés y, viéndolo a tan bajo precio (15 soles…. y era uno de los juegos caros), lo compré sin saber en ese momento que me estaba metiendo progresivamente en un mundo de imaginación pura en donde la billetera no puede contra la nostalgia - en muchos casos. El mío, ha sido más de una vez, uno de ellos. Siguieron Metroid, Megaman, Super Mario Bros. Castlevania, consolas, revistas, afiches, juguetes y un no tan largo etcétera.
Han pasado 2 años y veo con mucho asombro el cambio repentino o la movida que adquiere mucha fuerza en este país. Y con eso, salen a la palestra aquellos nuevos vendedores que han malogrado bastante el mercado ya que pagan precios bastante altos que, sumada la ganancia, el consumidor final no está dispuesto a pagar. Los vendedores antiguos se molestan bastante o le dan un nuevo giro a su negocio ya que comprar un juego antiguo es ahora pagar un precio caprichoso por algo que, a final de cuentas, no vale tanto. La poca sapiencia de un negocio que podría ser beneficioso para las dos partes se ve alterada por una fuente que repercute directamente en el mercado limeño pero no necesariamente lo representa. Me explico: lo primero que hacen los revendedores cuando adquieren un juego que tiene un mercado cautivo es meterse a eBay y ver a qué precios se vende en el mercado americano. Craso, craso error. Cuando ven que The Legend of Zelda se vende en 20 dólares, creen que automáticamente eso se verá reflejado en el mercado limeño. Generalmente, quien ”pica” o le da click al artículo es alguien que no ha vivido la primera generación de ese juego en particular y, con 13 a 18 años, la curiosidad y un YouTube masivo, se empiezan a considerar ‘coleccionistas vintage´. Porque lo vintage, claro está, es ahora la moda que rige los gustos de cualquier ser humano que tiene en su casa un termómetro viejo y grande que usaba la abuelita y que ahora se atesora no con mucho cariño, sino con miras a pronosticar (sin saber) a cuánto se puede vender un artículo como el mencionado.

Punto para el revendedor, quien pudo colocar el artículo al precio que sintió era correcto.  

En ESE momento.

Pero, qué pasa después?

Lo siguiente: coloca el mismo artículo adquirido al mismo precio y …no se vende. El revendedor no entiende; no hizo su tarea bien? El verdadero coleccionista conoce el mercado, hasta cuanto aguanta su billetera y el precio correcto y no se rige por una política gringa como eBay cuando sabe que puede encontrar el mismo artículo a mucho menor precio en páginas diferentes.

El revendedor ni siquiera necesita saber hablar en inglés. Basta con saber que la conversión del dólar al sol es de 2.90 aproximadamente y ese es el precio que creen que se debe manejar en este mercado. Segundo error. El revendedor se da cuenta que el juego no se vende a ese precio y se da cuenta que está perdiendo clientela y que esa clientela está buscando el mismo juego por otro sitio y comparando precios. La política de ‘libro cerrado’ en Perú rige como norma y es que nadie da a conocer su propio negocio por miras a que nadie más entre en el rubro…pero, recuerden, siempre hay uno que sopla más de lo que debe, o no?

Vale la pena coleccionar juegos de Nes por estos días? Pat the NES punk (una celebridad en estos menesteres de YouTube) nos dice que sí. Si bien es cierto que el catálogo de Nes entre juegos oficiales y no oficiales supera los 700 títulos, hay todavía algunos de ellos que vale la pena jugar y tener en el archivo porque siguen baratos: Ninja Gaiden II, por citar un  ejemplo, lo puedes encontrar en 20 soles. Y las consolas está lo suficientemente asequibles como para poder armar algo interesante en lo próximos meses. Eso sí; el valor de ciertos juegos se ha, tranquilamente, quintuplicado y en ese caso, no vale la pena pagar el precio exorbitante cuando por lo mismo que pagas puedes comprar juegos de última generación. Es así que he observado como gente cuelga en páginas de subasta peruanas juegos que bordean los 400 soles, sin caja, sin manual y con una etiqueta dañada. Con 400 soles te compras una computadora, te bajas un emulador (gratis) te bajas toda la biblioteca de Nes y Snes (también gratis) y juegas todo lo que quieras. Eso es mucho más recomendable que comprar un juego tan caro y que no vas a poder revender ni siquiera a la mitad de lo que te costó. El mercado peruano, señores, no es y nunca será igual que el norteamericano. Hay juegos que todavía encuentras aquí que valen una millonada afuera; pero eso no necesariamente debe hacerlo caro para este mercado, sobre todo si el revendedor ha pagado menos de 10 soles por él.

Al final, quien hace que el mercado incremente el precio y que los vendedores se vuelvan ávidos por conseguir ciertos juegos o algo relacionado a la franquicia que venden es el consumidor final. La culpa, que quede claro, es del consumidor final. Es ahí donde muchos se dejaron ganar por la pasión. Y luego, indefectiblemente, empiezan a vender sus propios artículos (en menos precio y aún así se demora en ser vendido) por no poder mantener algo en su colección que les resultó demasiado caro y que nadie aprecia tanto como él mismo.

Dicho todo esto, el coleccionismo está en pleno furor en este mercado que solo ha visto un crecimiento sin precedentes en los últimos 8 años…y he tenido la suficiente destreza o alianza para mantener bien a mis proveedores y pagar siempre el precio justo para ellos y justo para mí. He dejado pasar artículos de gran interés por no estar de acuerdo con mi presupuesto de hobby hasta que encuentre la mejor oferta y es que, la experiencia, me ha sabido traer el conocimiento necesario para poder ganar la guerra aunque, de vez en cuando, haya perdido alguna batalla.

Los dejo con una página de emuladores para sus respectivas PC´s (el purista dirá que no hay nada mejor que darle ON a su respectiva máquina y estoy de acuerdo en ciertos casos pero, a falta de pan…)


Saludos,

José Carlos
° Imágenes de archivos Internet.

martes, 18 de marzo de 2014

¿Quién te vistió de ese color?


No era que no le gustase jugar; la verdad, le encantaba. Pero no al fútbol ni nada que requiera un esfuerzo físico. Prefería alimentar el cerebro y lo llenaba de palabras, oraciones, historias y dibujos. Esperaba la noche encerrado en cualquier cuarto; imaginaba que los juguetes cobraban vida y lo protegían de cualquier amenaza. Le gustaban mucho los colores y pintaba paredes blancas de morado, azul, rojo y amarillo para poder darle cierto equilibrio a una pared que no significaba nada sin color. Nunca fué lo suficientemente rápido, lo suficientemente alto, lo suficientemente fuerte ni lo suficientemente aplicado. Se dió cuenta muy temprano que lo que más le interesaba era la mezcla de sonidos y colores y caminaba pensando en que nueva cosa encontraría en un jardín cercano a la casa.

No hablaba mucho a menos que se sintiera cómodo. Y eso casi nunca pasaba. Observaba todo meticulosamente y escuchaba notas musicales en los diferentes timbres de sus amigos. Usaba siempre la misma ropa y tardaba mucho en bañarse. Si es que lo hacía. No le gustaba el sol porque sudaba y descubrió en el silencio música sagrada para sus oídos. Creció, sólo un poco, entre fines de semana de libros y pianos; descubrió muy temprano que no le gustaba tanto el alcohol porque lo ponía a decir tonterías. Aprendió a guardar secretos y prefirió desafinar cada vez que la vida le regaló bellos acordes.

Caminó perdido para poder encontrarse, decidió vestirse de silencio, acumuló objetos que eran más importantes que algunas personas. Aprendió a no perdonar, sugirió viento cuando todos querían sol y le indicó a la amistad que no tocara su puerta. Enclaustrado en sus pensamientos halló paz y también aprendió a reír cuando se convirtió en un catálogo cambiante de rarezas y excentricidades.

Un buen día, alguien lo entendió. Y, sin miedo, se acercó. Vistió su corazón de rojo a punta de carcajadas, le pagó la entrada al teatro en donde ella brindó su mejor función y le preparó café con un poco de leche. Le compró un perro, le cuidó los libros y lo escuchó cantar desafinado (siempre con una sonrisa). Le bajó la guardia a punta de besos volados y le puso un sombrero de paja para que no se le vuelen las ideas. Pero, la verdad, era para cubrir la calvicie. Ella siempre trató de llegar a él. Le enseñó que habían varios colores más que no había usado, corrieron juntos con zapatos de diferente color y marca, comieron juntos aquél pan que a él no le gustaba pero a ella le fascinaba.

Esa pequeña amalgama de ideas, conciertos y colores, que ninguna diferencia le hacían al mundo que giraba con o sin ellos, los puso de buen humor. Él aprendió que los muebles no son para dormir, que a ella le gusta su compañía, que los videojuegos y la lectura se acaban cuando quieren hablar de lo que planean hacer ese día. Él aprendió a no quedarse sin gasolina y a siempre llevar agua en la maletera; a no pelearse con el vecino y a tratar de respetar a los demás. Aunque todavía le es un poco difícil. Ella aprendió a no siempre llamarle la atención cuando él se pierde en sus pensamientos…

 Aprendieron a cantar sin que nadie los escuche y llevaron a encuadrar un poema, su poema, a medio empezar.
 
Imagen TORU HAMADA 2009.