Preámbulo:
Ah.
Long
time no see.
Te estabas convirtiendo en uno de esos que ante un tiempo de sequía deja
de cosechar para siempre. Pero yo estaba siempre tocando por la puerta trasera.
Eras tú el que no quería abrirme. No te culpo. Bien no nos ha ido siempre ¿no?
Es más culpa mía que tuya ¿sí? Por ahí va la explicación ¿eh?
La verdad es que te he estado
observando, sigilosamente. Y te has metido entre cuentos y revistas; apagaste
de lleno el televisor y limpiaste la vieja máquina de escribir. Tomaste un vino (tú que no tomas) y
disfrutaste de la familia mientras mirabas de reojo el piano, la guitarra, el
bajo, las viejas computadoras. Y pagaste a tiempo el internet. Mira tú. ¿Será
que tienes ganas de empezar algo nuevamente? No soy yo la que dirá que no,
sabes que siempre estoy lista. Pero el traje completo sólo te lo puedes poner
tú.
¿Ves? Tan mal tampoco te queda el
traje. Y lo siento en el aire, no a todo
esplendor todavía porque tienes que tomar un poco más de vino mezclado con la
confianza que te caracteriza cuando tus sentidos están enfocados en algo que te
apasiona. Eso, viene con el tiempo. No toma mucho, no. Esbozas esa pequeña
sonrisa de lado que te hace cómplice de alguna aventura que tramas en silencio
y en secreto. Ah, sí. Allí está. Empieza a tomar forma. Qué bueno.
Has aprendido que las condiciones
necesarias no siempre están a la mano aunque tienes más de lo que necesitas en
ciertos casos. Y lo valoras. Eso es una gran fuente de inspiración que no
siempre se manifiesta aunque el motor está encendido. Pero tienes que arrancar,
darle uso, si no la batería termina por bajarse por nada. Así que ordena tus
ideas, los diálogos, los personajes, las experiencias y tírate un chapuzón
pronto. Es necesario para ti. Ya no reniegues. Volver a respirar aire fresco (ése
que te hace sonreír pese a todo) hace que des un primer paso. Trata que no sea
en falso.
Habla con la noche de la noche. Siéntate
a conversar un rato con alguna guitarra, ellas siempre te escuchan. Sintoniza el
sentimiento con el pensamiento. Y escribe. Escribe, que este papel no se va a
acabar. Lo único que se acaba es el tiempo. Pero también te acompaña, sobre
todo en el silencio de tus días ¿o no? Calcula la palabra perfecta en la
oración correcta para que el impacto sea mayor y que este pequeño preámbulo sirva
del gran impulso que haga correr vida entre tanta fantasía. Pinta de colores
aquellos números, notas, hojas y no te distraigas tanto con cosas que te gustan
pero que no hacen de tí alguien que necesita expresarse. Crea, construye,
descubre, practica, respira y sonríe de vez en cuando por dentro. Yo estoy
aquí, siempre, a tu lado, mirando que haces y acompañándote. Nunca me fui, me
dejaste ir por mucho tiempo pero, bueno, otra vez juntos ¿no? Por enésima vez
¿si? Anda sírvete un café que yo te espero para ver qué podemos hacer ¿eh?
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