miércoles, 17 de julio de 2013

Ahora, con tu mirada perdida.


Tal vez no fui lo suficientemente clara contigo. Si te sientes bien contigo mismo siendo como eres, está muy bien, pero a mí me parece poco probable que las cosas te salgan bien de esa manera. Sé que de loco no tienes mucho aunque lo dices en voz alta para que no te molesten demasiado. Pero a mí no me engañas. A mí, no. Puedo ver a una fértil mente, un poco desajustada de la realidad eso sí, pero de todas maneras una mente que piensa todo el día en el por qué de las cosas, sumiéndose en una vorágine de pensamientos que nadie sino solo tú entiende. Y lo peor es que cuando te pido que me expliques las cosas, por lo menos para tratar (y subrayo tratar) de entenderte, me dices que no puedes y te vas a ese mundo que sólo tu vives y habitas, creado con esa mente tuya que ríe y llora al mismo tiempo.

Pero eso, en mi libro, no es locura. No. En mi libro es una incapacidad de adaptarte a todo lo que te rodea. Lo miras, lo examinas y lo dejas todo en su sitio. Tomas agua y la vuelves a escupir. Tomas una gaseosa y te engorda. Tomás té y te parece muy inglés. Tomas café y te da acidez. Y así, dejas de tomar cualquier cosa y después te sientes mal.

La verdad es que cuando quieres serlo, te ajustas con una facilidad endemoniada a cualquier situación. Pero es una máscara nada más. Debe ser muy difícil adaptarte a un mundo que corre cuando tú recién estás caminando y con ayuda de todos. Puedes estar horas de horas sin hablar una sola palabra, pensando en Dios sabe qué cosas y prefieres no ser interrumpido porque seguro, uno de estos días, piensas descubrir la pólvora. Piensas, piensas, te pierdes en tu mundo y luego piensas un poco más. Porque en ese mundo imaginario vives mucho mejor lo sé pero ¿sabes qué? Mientras te pierdes por ahí las cuentas llegan porque en el mundo en que yo y millones de personas vivimos hay que pagar las cuentas y vestirnos y comer. Si puedes hacer eso y no molestar a nadie entonces bien.

Ponte a pensar que todos somos un mundo dentro….¿quién te dijo que yo no? Pero para mí es fácil salir a respirar ese aire húmedo y triste que a ti te pone tan contento en las mañanas mientras los demás tenemos obligaciones que tú no puedes o quieres ver. No es fácil ser yo. Ni tú. Ni nadie. Pero de que hay que ser, hay que ser. Si no en realidad, ¿qué somos? Ah! Ahí está la cosa!.... para que pienses hoy, con esa mente tuya llena de un rompecabezas al que le faltan mil piezas cuando, si las cuentas, sólo tiene novecientos noventa y nueve…

Pero…confío en ti. Sé que tienes un potencial que ya quisiera tener yo. Sé, también que aprendes como una esponja, como un niño de 4 o 5 años cuando absorbe todo. Que tienes un corazón irremediablemente renegón y que te asusta mucho la electricidad. Que usas las casacas de este invierno tan frío, al revés y no te das cuenta. Y eres despistado por naturaleza, seguramente porque cada vez que te pones una correa estás pensando en por qué las propiedades de la madera hacen que sea un pésimo conductor de electricidad. Y luego mientras prendes la luz no te das cuenta de que estás con la mano mojada….pero ahí estoy yo pues. Te miro, hago hincapié en lo despistado que estás últimamente (¿últimamente?) y te digo que tengas cuidado y, ante tu cara de sorpresa, me agradeces con una leve sonrisa y me das un abrazo.

Y, luego, ya no cuestiono mucho porque la verdad es que me siento bien, como cuando te miro crear desde lejos, cual espectador y me siento, por lo menos un rato, en ese mundo tuyo que no me habrás de explicar nunca pero que, te juro, a veces puedo sentir.

* Foto de archivo Culturama (photoshop) - copyright 2001.

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