“A usted le gustan los superhéroes, ¿no?” me preguntó a la mañana siguiente la tía Franela. “Siempre con sus politos y zapatillas a su avanzada edad, se ve un poco ridículo la verdad…yo tengo un sobrino que muere por Condorito….en mi época recuerdo que todos los chicos corrían a comprar Fantomas y al Zorro. Yo me quedo con la pequeña Lulú…esa sí que tenía valores! No como Superman o todos aquellos que usan calzoncillos afuera como los grandes maricones que son en realidad…Batman? Gay! con el niño ése que parece salido de una orgía de homosexuales…igual que Hulk que siempre crecía y rompía todo excepto sus pantalones, seguramente porque tenía un pene enano como su cerebro y el hombre araña que le miente a medio mundo para cubrir su identidad….si pues, al final todos ellos son unos mitómanos compulsivos dizque para proteger a los que quieren….todos maricas a mi parecer. Deberíamos hacer un estudio psicológico de todos aquellos autores que todavía creen saber lo que quiere el lector cuando lo que esconden es un temor patológico a la sociedad que los rodea. Creo que todos lo que pasan de cierta edad, como 8 o 9, y siguen leyendo estos tontos cómics, terminan siendo relegados por sus propias acciones y nunca tienen una pareja en su vida. Lo que necesitan todos ustedes es una buena mujer que los mantenga felices y que en las noches se levante a quemar todas esas páginas por la que algunos locos pagan hasta millones de dólares. Que tales cojudos por Dios! Y ya no me haga hablar más sobre ese tema…una manzana?"
Yo que había bajado con mis zapatillas de Superman, de pronto, tuve ganas de abrir la boca, de explicarle detalladamente la nobleza de aquellos que luchan por buenos ideales dentro de una sociedad que no termina de comprenderlos, de la entereza del espíritu frente a la adversidad…pero me quedé callado cuando la vieja me miraba. Sonrió. Recibí la manzana y me di la media vuelta para comprar el periódico. Cuando lo compré le dije “Esto si puedo leerlo, ¿no?...”
“Usted puede leer lo que quiera. Que lleve “La Gazeta” y su cómic escondido abajo no lo hace más inteligente. Tome; le regalo varias bolsas marrones con las que se escondían las playboys en mi época para que no juzguen a aquellos morbosos locos; claro que los artículos eran inteligentes hace tiempo no se en qué andará esa revista ahora…otra manzana?”
“No, ya no más.” –le dije. Cuando regresaba a mi casa volteé y le comenté: “Playboy sigue siendo una buena revista aunque, efectivamente, ha bajado la calidad de sus artículos…”
“Y de sus mujeres” –replicó Franela. “Todas operadas”.
Regresé a mi casa y me quedé atónito por la sapiencia de la vieja.
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