viernes, 2 de noviembre de 2012

Las enseñanzas de Franela y sus manzanas:


La primera vez que crucé palabras con la vieja, bajaba un lunes por la mañana a hacer cualquier cosa menos trabajar;  caminar o dar una vuelta al parque estaba permitido en mi lunes de ocio así que decidí ir a conversar con los árboles secos y fríos de ese invierno. Cuando cerré la puerta de entrada hacia el edificio, observé que se instaló una vieja con un pañuelo rojo en la cabeza, con una chompa de lana azul y muy maltratada y con una falda larga que supuse, en sus mejores momentos debió de haber sido blanca. Los zapatos que me imaginé hacía n de su diario caminar un pesar habían visto mejores días; de la medias no había, la verdad, mucho que decir: remendadas hasta el hartazgo y de diferentes colores, era aquella tela, tal vez, artífice de un calor necesario por las noches.
La vieja instaló un carromato de lo más pintoresco; Las ruedas a duras penas sostenían las manzanas de diferente tamaño y color que se observaban en la base de madera pintada de blanco; el fierro corroído sostenía un techo de lana verde que no tenía nada que ver con el triciclo en cuestión; en la tela se dibujaba con témpera el título “Franela”.
“Una manzana señor.” – dijo la vieja- “para el camino”.
Yo la observé con desdén con mi cara de cómo es posible que se instale en este lugar tan limpio? Y no le contesté inmediatamente. Toda mi respuesta fue un “Señora, en este lugar está prohibido vender manzanas a menos que tenga una licencia municipal ”. La vieja me corrigió: ”Hijo; la única licencia que yo necesito es la que le pido a mi Señor todos los días; que me dé la fuerza de caminar 3 kilómetros con mi triciclo y mis manzanas porque el pan, que antes nos dio Jesús gratis (y con pescado) cuesta ahora hasta cuarenta céntimos.” Me dí por bien servido. Eso me pasa por querer educar a una de éstas personas.  Bueno, mañana sería otro día y seguro la vieja seguiría su camino. Cuando estuve a media cuadra me puse a pensar que las manzanas se veían deliciosas y que me hubiese gustado mucho comprar una pero a una vieja tan antipática no le compro ni la lotería.

A la mañana siguiente me levanté de buen humor; tenía pan y café en la alacena así que me fui a servir una taza. El periódico del día anterior había sido leído dos veces así que lo tiré a la basura biodegradable porque el otro tacho estaba ya rebasando el límite de espacio y olor soportable para el ser humano. Hora de sacarla. Me puse las pantuflas y unas medias ridículas de Mickey Mouse esperando que nadie me viera afuera ya que era bastante temprano; bajé a toda velocidad con las bolsas en las manos y un pantalón que se me caía, cuando, de repente, frente a la puerta volví a ver a la vieja. Ella me sonrió y me dijo: “No le da vergüenza salir así a la calle a esta hora? Póngase un pantalón que le quede bien, oiga, que con ese se ve absolutamente ridículo.”
“¿!¿Ya consiguió la licencia!¡?!” le dije de muy mal humor. Me dí media vuelta y le cerré la puerta en la cara antes de que me pueda contestar. Me pegué a ella para verla por el ojo mágico y cuando me asomé veía su nariz en todo su esplendor y con una sonrisa mágicamente desdentada me dijo: “No se ha ido no? Está allí atrás de la puerta…no le da vergüenza estar husmenado lo que una vieja vende? MANZANAS por siacaso, vendo Manzanas, de las mejores del mundo.” Se retiró del ojo mágico y cuando yo iba a proseguir mi camino me encontré con la mirada de la señora Gutierrez, un tanto perpleja por mis fachas supuse. “Buenos días” –espeté y seguí mi camino hasta el piso en donde vivía.
CONTINUARÁ..
(Copyright Pintura de TIVADAR KOSZTKA CSONTVÁRY )

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