Al siguiente día, bajé nuevamente a comprar el pan y las cosas que nos faltaban en la casa; instalada en la esquina nuevamente, encontré a la vieja, con la misma sonrisa. Levantó la mirada y la dirigió hacia mí. “Si hoy va a hacer las compras de la casa le aconsejo que lleve manzanas. Si puede, compre las mías que son las mejores”. Me fuí del lugar hacia una tienda cercana. Al regresar con los víveres me acerqué a observar a la vieja. Esta vez, sin rencor. “Señora” – dije –“si quiere vender en esta calle debería de sacar algún tipo de documento o licencia para que no la vayan a sacar de este sitio…”
“Ah….regresaron los modales de la gente joven…que bien! He he he! Bien, pues por su comportamiento le ofrezco esta manzana gratis. No me diga nada y regrese mañana para contarle un cuento ¿Qué le parece?”
Sonreí. Me había caído, de un día para otro, simpática la vieja. Pero no pude con mi manera sarcástica de comportarme de vez en cuando y le pregunté si la manzana, al ser mordida, iba a representar algún peligro como, por ejemplo, convertirme en sapo; la vieja respondió que no, que las manzanas no tienen esas características ni propiedades y que los cuentos que había leído habían pasado ya a la historia colectiva de gente que no entiende nada de lo que pasa en el mundo cuando sólo viven en el suyo aislados entre peras y plátanos y nunca entre manzanas.
Me quedé observándola por un rato y me dijo que se llamaba Franela, que eso la había llevado a vender manzanas porque las manzanas siempre deben ser lavadas y luego limpiadas cariñosamente con una franela para que queden brillantes y apetitosas antes de dar el primer bocado. “Las manzanas generan buen humor, ¿sabía usted? Sobre todo a gente que para amarga y se queja de cualquier cosa, oiga, que de esos sobran ¿no?” me dijo mientras me miraba de arriba abajo. Volví a reir. “Si Franela tiene usted mucha razón…eh…disculpe por la primera mala impresión.”
“Y la segunda oiga, no se haga, que prefiero no volver a verlo como bajó ayer. Y coma usted más sano que esa panza no va a ser aguantada por mucho tiempo por sus raquíticos zancos conocidos como piernas cuando están en mejor forma.”
Simpática la vieja. Decidí comprar unas manzanas más y llevarlas a casa. Ella me lo agradeció y me dijo es que así es como se hacían los clientes más fieles, cuando uno se entera de que pasa en su vida y que ella no necesitaba leer periódicos todos los días porque había caído en cuenta que las noticias se repiten diariamente y que el gobierno había creado un complot en contra de la gente sin cultura, que consumía diarios a diario sólo para darse cuenta que los titulares se repetían exactamente igual cada cinco años. Cuando la miré con desconfianza ella me dijo que si no le creía el día de mañana le traería 2 ejemplares que ella había guardado por muchos años, con exactamente 5 años de diferencia y que yo podría leer el mismo titular del mismo periódico con exactamente 5 años de diferencia. Le dije que bien, que mañana los recogería y si era así le compraría más manzanas. Me despedí y observé que la vieja se iba a sentar en un banco viejo. Quise ofrecerle algo, no sé, me nació el impulso que a veces freno por tener un poco de miedo al que dirán, pero al final no dije nada. Tal vez mañana, pensé y me di media vuelta para entrar al edificio viejo y descuidado de donde salí originalmente.
Le dí un buen mordisco a la manzana y para poca sorpresa mía estaba deliciosa. La observé cuidadosamente, para ver si habían gusanos por ahí porque con la vieja uno no sabía pero…nada. Estuvo perfecta. Guardé las demás para la noche y leí con más detenimiento el titular del periódico que había comprado el día de hoy, recordando las previas enseñanzas de Franela.
CONTINUARÁ
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