No vale la pena recordar las cosas malas que sucedieron, pero es bueno
sacar algún tipo de experiencia positiva (cuando la hay) porque mientras
crecemos o envejecemos, la coraza frente a las balas disparadas es solo
resistente cuando has aprendido del pasado. Existe gente que no aguanta y que
va por la vida sin poderla vivir plenamente. A ellos mi mayor pena. Pero cada quién
con lo suyo y yo prefiero levantarme habiendo aprendido algo nuevo y relevante
todos los días.
Claro es que el proceso de aprendizaje trae consigo un diferente
estado de humor y sentimientos pero, ¿para que estamos aquí si no para aprender
y luego inculcar? La verdad no es única, no la tiene la religión ni la vas a
encontrar debajo de una piedra. La verdad está en nosotros, en lo que creemos
en realidad, por lo que apostamos y lo que nos moldea para crear una vida próspera
y pacífica. Tarea no siempre fácil porque se encuentran en el camino personas
que no comulgan con lo que uno predica. Pero eso es normal…si no que aburrido
sería todo! Intelectuales, testigos, abogados, músicos, deportistas, filósofos,
creativos, gente que quiere ser lo que no es, pacifistas, anarquistas….todos
tenemos un poquito de eso y un poco más de aquello.
Es nuestra personalidad.
Son nuestras características.
Es nuestra unidad.
Pero son las decisiones que tomamos una vez que hemos pensado cual es
el camino correcto la que nos abre el telón frente a los demás que esperan a
ver cuál pensamos que es el camino correcto. Nos miran, nos juzgan y los más
cercanos nos protegen no importa qué. Es bien sabido que nuestros padres, por más
que no estén de acuerdo con nuestras decisiones y no las apoyen, siempre están ahí.
Y la razón no es sólo porque nos quieren; la razón es más compleja. Es porque
quieren que aprendamos, quieren que tomemos nuestras propias decisiones cuando
estemos solos, quieren que entendamos. Esta básica manera de actuar del ser
humano es esencial para el progreso de las siguientes generaciones. Lo que
nuestros padres nos enseñen, nosotros se lo enseñaremos a nuestros hijos. Tengo una responsabilidad muy grande cuando
vengan los primogénitos ya que las enseñanzas de mis padres han sido excepcionales
en todo sentido. Admito no siempre haberlas seguido al pie de la letra pero esa
es otra historia.
Siempre hay un día para empezar a vivir mejor. Siempre leo que esta semana
todos vamos a empezar a hacer una dieta. Todos vamos a empezar a ser mejores en
año nuevo. Todos vamos a tratar mejor a nuestro prójimo. Todos vamos a empezar
a leer. Todos vamos a estudiar. Todos vamos a dejar de gastar en banalidades.
Todos vamos a ahorrar. Todos vamos a ser mejores y todos vamos a cumplir. Yo en
realidad, ante esta imposible misión de cumplir todos nuestros deseos pediría
ser constante en sólo dos de mis deseos y eso haría que esté en un mejor lugar
conmigo mismo y, por ende, con los demás. Y si eso pasara con todos nosotros no
me cabe duda que la alegría de lograr algo y que realmente la gente esté
contenta por lo que logramos haría que conviviéramos con más sonrisas auténticas
y menos envidia real y, por fin, dejáramos los libros de autoayuda sin leer por
el resto de nuestras vidas porque en realidad no los necesitaríamos.
Lo único que necesitamos es amor. Y aprender a ser felices como somos.
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