lunes, 5 de septiembre de 2011

Tal vez, Alicia...(viii)

El camino se hacía largo y pronto el equipo sintió mucha sed; Alonso agarró flores gigantes que utilizó como vasos para poder servir el agua que había caído la noche anterior en forma de lluvia entre los árboles que eran frondosos aunque pequeños. El conejo decidió avanzar un poco más para observar el paisaje y sus truculentos lugares inhóspitos; Felicia lo siguió para darle luz. Alicia y Alonso descansaron bajo un árbol por un momento. Él aprovechó en preguntarle:
“Cómo pasó todo esto? Cómo es que ante habías estado aquí?”
Ella lo miró y le dijo: “Para que me entiendas bien, tómate la segunda pócima.”
El obedeció inmediatamente. “Esa pócima hará que puedas verlo todo mientras lo relato…”
“Hace un tiempo mis papás se fueron de viaje y me dejaron con los abuelos. A mi me encantaba refugiarme en la biblioteca porque consumía libro tras libro patra conocer un poco más de los grandes autores y sus grandes obras. Nuestro abuelo tenía en un estante un libro viejo y sucio que siempre llamó mi atención. Un buen día lo agarré y empecé a leer…me pareció fantástico y, al final de libro estaba escritas ciertas palabras que, si las pronunciaba en voz alta podían hacerme conocer a todos esos personajes fantásticos que ahora tu conoces también.”
Alonso permaneció callado.
“Cuando el abuelo se enteró de lo que había hecho se lo comunicó a mis padres y me castigo todo el verano metiéndome en ese lugar de tormentos que es el orfanato. Yo no podía creer que podía ser tan drástico pero supongo que vió en mí un espíritu inquieto y tenía que dominarlo…en fin, en el orfanato, por las noches, escuchaba voces. Nunca asustadiza pero siempre curiosa, entendí que las voces solo provenían de mi cabeza y me indicaban que tenía que volver a este lugar, que todo había cambiado y que hasta los amigos habían perdido la cordura…me advirtieron que no venga sola porque todo sería más difícil esta vez…y, bueno, así es que estamos aquí.”
“Cuando regresemos a nuestro mundo el abuelo nos va a matar” – dijo Alonso sorprendido.
Los dos se miraron y empezaron a reírse.

Felicia divisó a un escuadrón de Cartas Rojas que estaban durmiendo en el llano más cercano. Entre ellos se encontraba una luz fuerte que guiaba al escuadrón por el camino a seguir. Era su hermana Brunella que estaba encerrada en una pequeña jaula. Tan pronto Felicia se percató del estado de Brunella, voló hacia ella rápidamente. El conejo exclamó: “Felicia! No!” y el ejército se levantó para ver que estaba sucediendo. Al llegar Felicia cerca a la jaula fue capturada rápidamente y cuando el conejo trató de escapar se dio con la sorpresa de estar rodeado…
Subió sus pequeños brazos y bajó las orejas en acto de sumisión. Las Cartas Rojas los llevaron hacia el castillo para ser interrogados por su ex compañero de aventuras, el sombrerero loco.

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