martes, 27 de noviembre de 2012

Frank Cho

Muchos piensan que sólo levanta el lápiz cuando necesita dinero y que el cambiar de portadas cada vez que re edita su trabajo por enésima vez no es más que un truco para seguir vendiendo lo que ya vendió. El caso es que Frank Cho es un excelente dibujante que tiene miles de seguidores y que ha logrado perfeccionar en dibujos la anatomía de la mujer con tal dedicación y paciencia que cualquier cosa que dibuja es coleccionada con avidez por aquellos que siguen su carrera.
Luego de crear en la universidad University2 (University Squared) en donde animales conviven con seres humanos en un centro de rehabilitación, Frank se gradúa de enfermero y deja la carrera para concentrarse en el dibujo. Crea entonces (reciclando sus personajes más conocidos de la época universitaria) “Liberty Meadows” en donde nos introduce a un mundo más trabajado, con dibujos inspirados en los grandes autores de las tiras cómicas de diarios estadounidenses tales como Bill Watterson, Jim Davies o los personajes de King Features Syndicate.
Si bien es cierto la serie gozó de muchos seguidores al dejar el sindicato y moverse a Image comics, tenemos que ser justos al calificar a Cho: sus escritos son un reciclaje de lo que fueran considerados buenos chistes en los ochentas pero son muy pocas las páginas que realmente te hacen morir de risa: la especialidad de Cho radica en “hacer homenaje” a muchas de sus influencias de infancia con buenos dibujos. Se cumple aquí el “mal del cómic” en el mundo: cuando un dibujante quiere ser escritor y viceversa. Son innumerables los casos en donde la sombra del “mal del cómic” pulula sobre muchas historias escritas (Cho e “Shanna the She devil” y Todd McFarlane en Spidey son algunos casos) y este artista es propenso a no ser lo suficientemente creativo en su material lo que hace que te concentres más en su dibujo.
De todas maneras los libros denominados “Sketches and Scribbles” se venden como pan caliente (los 5 primeros volúmenes bordean cada uno de 100 a 300 dólares respectivamente ya que sólo se hacen 2,500 unidades de cada uno) ya que son libros de bocetos en donde la trama no es importante y es en ello en donde radica la fuerza de este artista: en su dibujo.
Cho ha sabido cautivar a la audiencia utilizando métodos harto conocidos en el medio con una sutil pero efectiva diferencia: la especialización en la anatomía femenina que tantos seguidores tiene en el mundo de la ilusión y el cómic. El efecto realista que describe en cada trazo lleva al lector o quien aprecia su arte a querer saber qué más aventuras pasarán Brandy y compañía aunque la serie haya acabado inconclusa por temas de tiempo, trabajo y compromisos del autor. Pueden pedir cualquiera de sus productos en Amazon.com.


Franela IV

Bajé por lo que ahora era mi manzana habitual y encontré a la vieja limpiando unas verdes y otras rojas. Cogí una sin siquiera saludarla y ella sonrió. Me miró de arriba a abajo me dijo si estaba cómodo con mi actual situación económica. La miré sorprendido y le pregunté a que se refería. “Verá usted.” – dijo con un impecable español al que ya me había acostumbrado –“ Siempre lleva un teléfono celular de buena marca (seguro que es pre pago) y un carro que limpia todos los días pero no conduce lo que quiere decir o que a usted le gusta hacer de lavacarros a las 6:30 am o simplemente no tiene gasolina para andar paseando porque no lo veo trabajar diariamente oiga, y eso, a su edad, se me hace un poco raro. O sea, o vago o millonario que no necesita hacerlo, o mantenido pero la verdad es que yo me inclino a pensar lo primero.  Y fíjese que no es que los vagos sean malas personas, es más yo conozco a muchas que son buenas, pero la vagancia los hace, bajo mi punto de vista, menos respetados por la sociedad y por mí. Los hay de todo tipo y tamaño; creen que todo lo que hacen es lo más importante del día y escriben en sus computadoras como si el mundo entero los fuese a leer. Muchos leen y releen ciertas citas de ciertos libros hasta aprenderlas de memoria para soltarlas en cualquier situación que creen es importante. Tratan de ser lo más creativos posibles justificando así su temor al horario establecido y dejan muchas cosas a la mitad. Como la manzana que usted se acaba de comer. A la mitad. Es sólo una apreciación pero su gesto es un indicio impecable de que, tal vez, esté yo en lo cierto.”
“Mi estimada Franela- dije con sonrisa displicente- está usted en un error pero debo admitir que he caminado los senderos que usted ha mencionado de vez en cuando…”
“….Buscando una respuesta.” Contestó ella. “¿Y?  ¿La encontró? ¿No es mejor que, después de tanto tiempo, reformule su pregunta? Mire usted, la perseverancia genera respeto. La sapiencia también, por supuesto, pero esta se genera con experiencia y lectura. Por ejemplo, cuando yo llegué usted me miró de manera despectiva, ¿lo recuerda? Miró y admiró la cáscara. Más no lo que había adentro. Yo vengo de una de las mejores familias de Lima antigua; terminé en este estado porque se suscitaron hechos que me fueron imposibles de evadir al no tener el control completo de la situación. Eso no quiere decir que en mis mejores épocas no gocé con los libros de Voltaire o Montesquieu; de Dumas, Joyce o Arguedas. Pero mi caso no va por lo escrito en obras como “Ríos Profundos”. Más bien, podríamos comparar mi situación con algún cuento de Ribeyro. Ha leído algo de eso usted o solamente a Batman y a Superman? Y mire que no lo juzgo eh?”
Al quedarme con la boca abierta ella se dio cuenta que, sí, había leído mucho de lo que mencionaba. Cuando la miré y le iba a preguntar qué era lo que le había sucedido para terminar en el estado en que se encontraba, ella rápidamente dejó de limpiar una manzana y me dijo:
“Mire: yo no creo en el destino. El destino no existe; uno labra su propio camino. Los que descubren más rápido que es lo que quieren hacer, los que no dudan de su potencial, los que se dedican el día entero en pulir su arte son los que llegan a triunfar antes o después. No es el destino el que los guía a hacer lo que uno quiere. Es la decisión final de la persona y la determinación que pueden tener para lograr su cometido.  El destino es visto como aquella respuesta derrotista al sueño no logrado bajo mi punto de vista como, por ejemplo, si alguien no logra cumplir con su sueño de vida…”ah, sí, es que el destino lo quiso así”…no me vengan con fruslerías. No justifiquen sus pocas ganas de hacer las cosas con una palabra tan comúnmente usada.”
“Bien Franela. Déme usted 10 de sus mejores manzanas y ojalá el destino nos cruce nuevamente que yo me tengo que ir”.
La vieja rió con cierta complicidad conmigo. Luego le pagué por las manzanas y me despedí.


*Imagen de "la vieja" por Esteban Videla.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Franela III

“A usted le gustan los superhéroes, ¿no?” me preguntó a la mañana siguiente la tía Franela. “Siempre con sus politos y zapatillas a su avanzada edad, se ve un poco ridículo la verdad…yo tengo un sobrino que muere por Condorito….en mi época recuerdo que todos los chicos corrían a comprar Fantomas y al Zorro. Yo me quedo con la pequeña Lulú…esa sí que tenía valores! No como Superman o todos aquellos que usan calzoncillos afuera como los grandes maricones que son en realidad…Batman? Gay! con el niño ése que parece salido de una orgía de homosexuales…igual que Hulk que siempre crecía y rompía todo excepto sus pantalones, seguramente porque tenía un pene enano como su cerebro y el hombre araña que le miente a medio mundo para cubrir su identidad….si pues, al final todos ellos son unos mitómanos compulsivos dizque para proteger a los que quieren….todos maricas a mi parecer. Deberíamos hacer un estudio psicológico de todos aquellos autores que todavía creen saber lo que quiere el lector cuando lo que esconden es un temor patológico a la sociedad que los rodea. Creo que todos lo que pasan de cierta edad, como 8 o 9, y siguen leyendo estos tontos cómics, terminan siendo relegados por sus propias acciones y nunca tienen una pareja en su vida. Lo que necesitan todos ustedes es una buena mujer que los mantenga felices y que en las noches se levante a quemar todas esas páginas por la que algunos locos pagan hasta millones de dólares. Que tales cojudos por Dios! Y ya no me haga hablar más sobre ese tema…una manzana?"
Yo que había bajado con mis zapatillas de Superman, de pronto, tuve ganas de abrir la boca, de explicarle detalladamente la nobleza de aquellos que luchan por buenos ideales dentro de una sociedad que no termina de comprenderlos, de la entereza del espíritu frente a la adversidad…pero me quedé callado cuando la vieja me miraba. Sonrió. Recibí la manzana y me di la media vuelta para comprar el periódico. Cuando lo compré le dije “Esto si puedo leerlo,  ¿no?...”
“Usted puede leer lo que quiera. Que lleve “La Gazeta” y su cómic escondido abajo no lo hace más inteligente. Tome; le regalo varias bolsas marrones con las que se escondían las playboys en mi época para que no juzguen a aquellos morbosos locos; claro que los artículos eran inteligentes hace tiempo no se en qué andará esa revista ahora…otra manzana?”
“No, ya no más.” –le dije. Cuando regresaba a mi casa volteé y le comenté: “Playboy sigue siendo una buena revista aunque, efectivamente, ha bajado la calidad de sus artículos…”
“Y de sus mujeres” –replicó Franela. “Todas operadas”.
Regresé a mi casa y me quedé atónito por la sapiencia de la vieja.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Las enseñanzas de Franela (2)

Al siguiente día, bajé nuevamente a comprar el pan y las cosas que nos faltaban en la casa; instalada en la esquina nuevamente, encontré a la vieja, con la misma sonrisa. Levantó la mirada y la dirigió hacia mí. “Si hoy va a hacer las compras de la casa le aconsejo que lleve manzanas. Si puede, compre las mías que son las mejores”. Me fuí del lugar hacia una tienda cercana. Al regresar con los víveres me acerqué a observar a la vieja. Esta vez, sin rencor. “Señora” – dije –“si quiere vender en esta calle debería de sacar algún tipo de documento o licencia para que no la vayan a sacar de este sitio…”
“Ah….regresaron los modales de la gente joven…que bien! He he he! Bien, pues por su comportamiento le ofrezco esta manzana gratis. No me diga nada y regrese mañana para contarle un cuento ¿Qué le parece?”
Sonreí. Me había caído, de un día para otro, simpática la vieja. Pero no pude con mi manera sarcástica de comportarme de vez en cuando y le pregunté si la manzana, al ser mordida, iba a representar algún peligro como, por ejemplo, convertirme en sapo; la vieja respondió que no, que las manzanas no tienen esas características ni propiedades y que los cuentos que había leído habían pasado ya a la historia colectiva de gente que no entiende nada de lo que pasa en el mundo cuando sólo viven en el suyo aislados entre peras y plátanos y nunca entre manzanas.
Me quedé observándola por un rato y me dijo que se llamaba Franela, que eso la había llevado a vender manzanas porque las manzanas siempre deben ser lavadas y luego limpiadas cariñosamente con una franela para que queden brillantes y apetitosas antes de dar el primer bocado. “Las manzanas generan buen humor, ¿sabía usted? Sobre todo a gente que para amarga y se queja de cualquier cosa, oiga, que de esos sobran ¿no?” me dijo mientras me miraba de arriba abajo. Volví a reir. “Si Franela tiene usted mucha razón…eh…disculpe por la primera mala impresión.”
“Y la segunda oiga, no se haga, que prefiero no volver a verlo como bajó ayer. Y coma usted más sano que esa panza no va a ser aguantada por mucho tiempo por sus raquíticos zancos conocidos como piernas cuando están en mejor forma.”
Simpática la vieja. Decidí comprar unas manzanas más y llevarlas a casa. Ella me lo agradeció y me dijo es que así es como se hacían los clientes más fieles, cuando uno se entera de que pasa en su vida y que ella no necesitaba leer periódicos todos los días porque había caído en cuenta que las noticias se repiten diariamente y que el gobierno había creado un complot en contra de la gente sin cultura, que consumía diarios a diario sólo para darse cuenta que los titulares se repetían exactamente igual cada cinco años. Cuando la miré con desconfianza ella me dijo que si no le creía el día de mañana le traería 2 ejemplares que ella había guardado por muchos años, con exactamente 5 años de diferencia y que yo podría leer el mismo titular del mismo periódico con exactamente 5 años de diferencia. Le dije que bien, que mañana los recogería y si era así le compraría más manzanas. Me despedí y observé que la vieja se iba a sentar en un banco viejo. Quise ofrecerle algo, no sé, me nació el impulso que a veces freno por tener un poco de miedo al que dirán, pero al final no dije nada. Tal vez mañana, pensé y me di media vuelta para entrar al edificio viejo y descuidado de donde salí originalmente.
Le dí un buen mordisco a la manzana y para poca sorpresa mía estaba deliciosa. La observé cuidadosamente, para ver si habían gusanos por ahí porque con la vieja uno no sabía pero…nada. Estuvo perfecta. Guardé las demás para la noche y leí con más detenimiento el titular del periódico que había comprado el día de hoy, recordando las previas enseñanzas de Franela.
CONTINUARÁ

viernes, 2 de noviembre de 2012

Las enseñanzas de Franela y sus manzanas:


La primera vez que crucé palabras con la vieja, bajaba un lunes por la mañana a hacer cualquier cosa menos trabajar;  caminar o dar una vuelta al parque estaba permitido en mi lunes de ocio así que decidí ir a conversar con los árboles secos y fríos de ese invierno. Cuando cerré la puerta de entrada hacia el edificio, observé que se instaló una vieja con un pañuelo rojo en la cabeza, con una chompa de lana azul y muy maltratada y con una falda larga que supuse, en sus mejores momentos debió de haber sido blanca. Los zapatos que me imaginé hacía n de su diario caminar un pesar habían visto mejores días; de la medias no había, la verdad, mucho que decir: remendadas hasta el hartazgo y de diferentes colores, era aquella tela, tal vez, artífice de un calor necesario por las noches.
La vieja instaló un carromato de lo más pintoresco; Las ruedas a duras penas sostenían las manzanas de diferente tamaño y color que se observaban en la base de madera pintada de blanco; el fierro corroído sostenía un techo de lana verde que no tenía nada que ver con el triciclo en cuestión; en la tela se dibujaba con témpera el título “Franela”.
“Una manzana señor.” – dijo la vieja- “para el camino”.
Yo la observé con desdén con mi cara de cómo es posible que se instale en este lugar tan limpio? Y no le contesté inmediatamente. Toda mi respuesta fue un “Señora, en este lugar está prohibido vender manzanas a menos que tenga una licencia municipal ”. La vieja me corrigió: ”Hijo; la única licencia que yo necesito es la que le pido a mi Señor todos los días; que me dé la fuerza de caminar 3 kilómetros con mi triciclo y mis manzanas porque el pan, que antes nos dio Jesús gratis (y con pescado) cuesta ahora hasta cuarenta céntimos.” Me dí por bien servido. Eso me pasa por querer educar a una de éstas personas.  Bueno, mañana sería otro día y seguro la vieja seguiría su camino. Cuando estuve a media cuadra me puse a pensar que las manzanas se veían deliciosas y que me hubiese gustado mucho comprar una pero a una vieja tan antipática no le compro ni la lotería.

A la mañana siguiente me levanté de buen humor; tenía pan y café en la alacena así que me fui a servir una taza. El periódico del día anterior había sido leído dos veces así que lo tiré a la basura biodegradable porque el otro tacho estaba ya rebasando el límite de espacio y olor soportable para el ser humano. Hora de sacarla. Me puse las pantuflas y unas medias ridículas de Mickey Mouse esperando que nadie me viera afuera ya que era bastante temprano; bajé a toda velocidad con las bolsas en las manos y un pantalón que se me caía, cuando, de repente, frente a la puerta volví a ver a la vieja. Ella me sonrió y me dijo: “No le da vergüenza salir así a la calle a esta hora? Póngase un pantalón que le quede bien, oiga, que con ese se ve absolutamente ridículo.”
“¿!¿Ya consiguió la licencia!¡?!” le dije de muy mal humor. Me dí media vuelta y le cerré la puerta en la cara antes de que me pueda contestar. Me pegué a ella para verla por el ojo mágico y cuando me asomé veía su nariz en todo su esplendor y con una sonrisa mágicamente desdentada me dijo: “No se ha ido no? Está allí atrás de la puerta…no le da vergüenza estar husmenado lo que una vieja vende? MANZANAS por siacaso, vendo Manzanas, de las mejores del mundo.” Se retiró del ojo mágico y cuando yo iba a proseguir mi camino me encontré con la mirada de la señora Gutierrez, un tanto perpleja por mis fachas supuse. “Buenos días” –espeté y seguí mi camino hasta el piso en donde vivía.
CONTINUARÁ..
(Copyright Pintura de TIVADAR KOSZTKA CSONTVÁRY )