domingo, 17 de noviembre de 2013

Jesús, el de la cruz III


HASTA LA CONVERSIÓN DE CONSTANTINO, LOS CRISTIANOS ERAN EL ALIMENTO DE LOS LEONES Y ERAN CRUCIFICADOS Y QUEMADOS VIVOS. ASÍ, CUANDO LLEGABA LA NOCHE, ILUMINABAN LOS CAMINOS (Tácito).

Pero, ¿para qué inventar esta historia en particular, a menos que haya algún fundamento para ella- tanto en el recuerdo de las palabras de Jesús o en la experiencia de los seguidores en la tumba y después? “Una vez que el hombre ha muerto y el polvo ha exprimido hasta su sangre no hay resurrección.” Dijo Aeschylus Apolo. N.T.Wright anota que varios ancestros pueden haber creído en la inmortalidad del alma y una supuesta vida mítica en el inframundo, pero las historias sobre Jesús no tuvieron un paralelo directo. Y mientras los judíos creían en una resurrección general como parte del Reino, Wright añade que “en ningún lado cercano al judaísmo existe un reclamo avanzado que diga que la resurrección le ha pasado a algún individuo en particular.”

La originalidad de la historia de la resurrección de Jesús discute que la tradición es más bien histórica que teológica. Bien por la “revelación” de un Jesús que e ha levantado entre los muertos o por el reportaje de sus primeros seguidores, Pablo recibe la tradición de la resurrección como un punto nuevo en la historia de la humanidad, un momento en que nada posterior sería igual. “Si Jesús no se levantó, entonces nuestro pregonar es en vano y su fé también lo es…”-escribe Pablo.” Te contaré un misterio. No todos podremos dormir, pero todos podremos cambiar en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta.”

A esta distancia, algunos pasajes se juntan y tienen un brillo victorioso en ellos pero Jesús puede confundir y por ende, su prédica y vida es un forzoso dictamen hacia los primeros creyentes, a convertirse en maestros de la improvisación teológica. Primero, el Reino no se materializó durante la Pasión de Jesús, forzando a los cristianos a esconderse –por lo menos a los hombres. Después vino el mítico tema de la Resurrección. Y luego…nada. Una profecía central predicaba en nombre de Jesús pero su segunda venida en nubes de gloria nunca ha llegado. “En verdad les digo a ustedes”- dice Jesús en Marcos, “que hay algunos parados aquí que no probarán la muerte antes de ver que el reino de Dios sea dueño del poder”.

Aún así, las décadas del primer siglo vinieron y se fueron y el mundo envejeció. Escribiendo los evangelios, y después formulando la doctrina de la Iglesia en el segundo, tercer y cuarto siglo los seguidores de Jesús reaccionaron ante su fracaso haciendo lo que con años de práctica hacían mejor; reinterpretaron su mirada teológica a la luz con la experiencia teológica. Si el Rey del Reino que habían esperado tanto no estaba aquí, entonces la vida de Jesús, su muerte y resurrección deben haber significado algo totalmente diferente. El Cristo que habían buscado en un comienzo no era el Cristo que habían conocido. Su Reino no estaba llegando de manera literal, pero él había creado, según la creencia de sus discípulos, algo nuevo: la iglesia, los sacramentos, la promesa de la salvación en el último día-cuando quiera que este sea. El cambio del énfasis del corto al largo plazo fue un triunfo esencial. Porque ellos creían que la resurrección de Jesús les había dado la llave al cielo, la hora de la llegada del Salvador no era tan importante ya que valía la pena esperar toda la vida por Dios. Juan el divino evoca la última gloria en su revelación: “Y Dios borrará todas las lágrimas de sus ojos; y no habrá más muerte, tampoco tristeza, ni llanto, y tampoco habrá más sufrimiento: porque las cosas antiguas habrán pasado. Y Él se sentó en el Trono y dijo, miren, todas las cosas son ahora nuevas y las he creado Yo.”

No todos tuvieron la misma visión. Habían muchos grupos cristianos al comienzo, incluyendo a los creyentes Gnósticos, algunos de ellos creyendo que Jesús era más divino que humano. Según el historiador de Yale Jaroslav Pelikan la doctrina Gnóstica se había hecho notar por “la negación de que el Salvador tuviese en algún momento un cuerpo de carne y hueso”. Ignacio de Antioquía, un obispo del segundo Siglo, discutía ferozmente todo lo contrario, escribiendo que Jesús “en realidad había nacido y comía y bebía y fue perseguido por Poncio Pilatos y fue crucificado y murió…y se levantó realmente de ente los muertos.” Pablo escribió: “Jesús es descendiente de David según el cuerpo y sangre”. Entre los creyentes, la noción de que Dios se manifestase en forma humana y fuese expuesto al dolor y la muerte inspiraron al martirio y el dolor. Escribiendo sobre Roma en la época de Nerón, Tácito reportaba que los cristianos “eran crucificados y después prendidos en fuego así cuando llegaba la noche ellos ardían como antorchas”.

Sin embargo, la fé, intensamente enfocada en Jesús, perduró. “En Jesús Cristo, la Cristiandad le dio a los hombres y mujeres un nuevo amor, una excelente historia y un significado muy rico colándose en los corazones de una densa comunidad” –dice Robert Louis Wilken, profesor de Historia del Cristianismo de la universidad de Virginia. En su libro “El surgimiento de la Cristiandad”, el sociólogo Rodney  Stark calcula que el número de Cristianos subió de mas o menos 1000 seguidores (o 0.0017% del Imperio Romano) a 34 millones en el año 350 d.C. (56.6% de la población total de la época). Stark cree que en cuánto la Iglesia primigenia decidió no requerir que los convertidos se rijan por la ley judía, instantáneamente crearon una religión a la que no le importaba la casta o etnia. Una religión atractiva no solo a cualquier clase de persona sino también a los judíos de la época romana. Los cristianos también se beneficiaron por sus obras de caridad. En una época de plagas, ellos cuidaron de la gente enferma; el emperador Julián odiaba a los “galileos” y su ayuda no sólo de los pobres de afuera sino los de aquí también.” Aquella misión de ayuda atrajo a muchos convertidos así como también el nuevo valor dado por la Iglesia a la mujer. Y por condenar el aborto y el infanticidio, los Cristianos incrementaron en sus filas ya que ellas podrían parir hijos e hijas cristianos.

Los números solo cuentan parte de la historia. Sin importar lo que uno piense del cristianismo, la historia de Jesús dio inicio a una nueva visión del origen y el destino de la vida humana, una visión salida de las raíces de la religión judía. Todos somos creados a imagen de Dios; no hay según Pablo, “judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque todos son uno en Jesús Cristo”. Todos somos iguales, especiales, valiosos. En el mundo cristiano Geroge Weigel dice “no somos polvo de las estrellas ni tampoco un producto accidental de la química del cosmos. No somos solamente algo, sino somos alguien”. La promesa en el corazón de la fé: que Dios, como Athanasius, el padre de la iglesia del 4 siglo dijo: “fue hecho hombre para que nosotros podamos ser dioses”.

Demasiadas preguntas teológicas quedan en el aire, y siempre lo estarán: ¿Acaso Jesús entendía la relación con Dios en la manera en que los cristianos lo hacen ahora? Lucas afirma que sí: El Hijo del Hombre sufrirá muchas cosas y será rechazado…y lo matarán y resucitará al tercer día.” ¿Entendió Jesús la importancia de su rol? Juan afirma que sí: “Yo soy el pan viviente que ha venido de los cielos; si alguien come de este pan, vivirá por siempre; y el pan que daré para salvar al mundo es mi vida de carne y hueso”. ¿Y cuánto de esto es historia recordada y cuánto es inventado por pasión? Es imposible decirlo. Y así permanecerán hasta que los creyentes vean cara a cara a Dios.

Los dejo con un texto de San Agustín, el Salmo 105: “Busquen a Dios y su fortaleza: busquen a su cara siempre”. Mientras la búsqueda sigue para muchos, cada cual con su propio camino y creencia, Pablo ofrece algunas palabras reconfortantes: “Vayan en paz entre ustedes mismos…guíen a quienes dudan, ayuden a los débiles, sean pacientes con todos ellos. Vean de nunca pagar maldad con maldad y siempre busquen hacer el bien los unos a los otros, Alégrense siempre, recen constantemente, den las gracias…aférrense de lo bueno, absténganse de cualquier cosa mala”-sabias palabras para todos nosotros, sin importar nuestras dudas…sin importar nuestra fé.
- Jon Meacham 2005.

 

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