HASTA LA CONVERSIÓN DE
CONSTANTINO, LOS CRISTIANOS ERAN EL ALIMENTO DE LOS LEONES Y ERAN CRUCIFICADOS
Y QUEMADOS VIVOS. ASÍ, CUANDO LLEGABA LA NOCHE, ILUMINABAN LOS CAMINOS
(Tácito).
Pero, ¿para qué inventar esta
historia en particular, a menos que haya algún fundamento para ella- tanto en
el recuerdo de las palabras de Jesús o en la experiencia de los seguidores en
la tumba y después? “Una vez que el hombre ha muerto y el polvo ha exprimido
hasta su sangre no hay resurrección.” Dijo Aeschylus Apolo. N.T.Wright anota
que varios ancestros pueden haber creído en la inmortalidad del alma y una
supuesta vida mítica en el inframundo, pero las historias sobre Jesús no
tuvieron un paralelo directo. Y mientras los judíos creían en una resurrección
general como parte del Reino, Wright añade que “en ningún lado cercano al
judaísmo existe un reclamo avanzado que diga que la resurrección le ha pasado a
algún individuo en particular.”
La originalidad de la historia de
la resurrección de Jesús discute que la tradición es más bien histórica que
teológica. Bien por la “revelación” de un Jesús que e ha levantado entre los
muertos o por el reportaje de sus primeros seguidores, Pablo recibe la
tradición de la resurrección como un punto nuevo en la historia de la
humanidad, un momento en que nada posterior sería igual. “Si Jesús no se levantó,
entonces nuestro pregonar es en vano y su fé también lo es…”-escribe Pablo.” Te
contaré un misterio. No todos podremos dormir, pero todos podremos cambiar en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta.”
A esta distancia, algunos pasajes
se juntan y tienen un brillo victorioso en ellos pero Jesús puede confundir y
por ende, su prédica y vida es un forzoso dictamen hacia los primeros
creyentes, a convertirse en maestros de la improvisación teológica. Primero, el
Reino no se materializó durante la Pasión de Jesús, forzando a los cristianos a
esconderse –por lo menos a los hombres. Después vino el mítico tema de la Resurrección.
Y luego…nada. Una profecía central predicaba en nombre de Jesús pero su segunda
venida en nubes de gloria nunca ha llegado. “En verdad les digo a ustedes”-
dice Jesús en Marcos, “que hay algunos parados aquí que no probarán la muerte
antes de ver que el reino de Dios sea dueño del poder”.
Aún así, las décadas del primer
siglo vinieron y se fueron y el mundo envejeció. Escribiendo los evangelios, y
después formulando la doctrina de la Iglesia en el segundo, tercer y cuarto
siglo los seguidores de Jesús reaccionaron ante su fracaso haciendo lo que con
años de práctica hacían mejor; reinterpretaron su mirada teológica a la luz con
la experiencia teológica. Si el Rey del Reino que habían esperado tanto no
estaba aquí, entonces la vida de Jesús, su muerte y resurrección deben haber
significado algo totalmente diferente. El Cristo que habían buscado en un
comienzo no era el Cristo que habían conocido. Su Reino no estaba llegando de
manera literal, pero él había creado, según la creencia de sus discípulos, algo
nuevo: la iglesia, los sacramentos, la promesa de la salvación en el último
día-cuando quiera que este sea. El cambio del énfasis del corto al largo plazo
fue un triunfo esencial. Porque ellos creían que la resurrección de Jesús les
había dado la llave al cielo, la hora de la llegada del Salvador no era tan
importante ya que valía la pena esperar toda la vida por Dios. Juan el divino
evoca la última gloria en su revelación: “Y Dios borrará todas las lágrimas de
sus ojos; y no habrá más muerte, tampoco tristeza, ni llanto, y tampoco habrá
más sufrimiento: porque las cosas antiguas habrán pasado. Y Él se sentó en el
Trono y dijo, miren, todas las cosas son ahora nuevas y las he creado Yo.”
No todos tuvieron la misma
visión. Habían muchos grupos cristianos al comienzo, incluyendo a los creyentes
Gnósticos, algunos de ellos creyendo que Jesús era más divino que humano. Según
el historiador de Yale Jaroslav Pelikan la doctrina Gnóstica se había hecho
notar por “la negación de que el Salvador tuviese en algún momento un cuerpo de
carne y hueso”. Ignacio de Antioquía, un obispo del segundo Siglo, discutía
ferozmente todo lo contrario, escribiendo que Jesús “en realidad había nacido y comía y bebía y fue perseguido por Poncio
Pilatos y fue crucificado y murió…y se levantó realmente de ente los muertos.” Pablo
escribió: “Jesús es descendiente de David según el cuerpo y sangre”. Entre los
creyentes, la noción de que Dios se manifestase en forma humana y fuese
expuesto al dolor y la muerte inspiraron al martirio y el dolor. Escribiendo
sobre Roma en la época de Nerón, Tácito reportaba que los cristianos “eran
crucificados y después prendidos en fuego así cuando llegaba la noche ellos
ardían como antorchas”.
Sin embargo, la fé, intensamente
enfocada en Jesús, perduró. “En Jesús Cristo, la Cristiandad le dio a los
hombres y mujeres un nuevo amor, una excelente historia y un significado muy
rico colándose en los corazones de una densa comunidad” –dice Robert Louis
Wilken, profesor de Historia del Cristianismo de la universidad de Virginia. En
su libro “El surgimiento de la Cristiandad”, el sociólogo Rodney Stark calcula que el número de Cristianos
subió de mas o menos 1000 seguidores (o 0.0017% del Imperio Romano) a 34
millones en el año 350 d.C. (56.6% de la población total de la época). Stark
cree que en cuánto la Iglesia primigenia decidió no requerir que los
convertidos se rijan por la ley judía, instantáneamente crearon una religión a
la que no le importaba la casta o etnia. Una religión atractiva no solo a
cualquier clase de persona sino también a los judíos de la época romana. Los
cristianos también se beneficiaron por sus obras de caridad. En una época de
plagas, ellos cuidaron de la gente enferma; el emperador Julián odiaba a los “galileos”
y su ayuda no sólo de los pobres de afuera sino los de aquí también.” Aquella
misión de ayuda atrajo a muchos convertidos así como también el nuevo valor
dado por la Iglesia a la mujer. Y por condenar el aborto y el infanticidio, los
Cristianos incrementaron en sus filas ya que ellas podrían parir hijos e hijas
cristianos.
Los números solo cuentan parte de
la historia. Sin importar lo que uno piense del cristianismo, la historia de
Jesús dio inicio a una nueva visión del origen y el destino de la vida humana,
una visión salida de las raíces de la religión judía. Todos somos creados a
imagen de Dios; no hay según Pablo, “judío o griego, esclavo o libre, hombre o
mujer; porque todos son uno en Jesús Cristo”. Todos somos iguales, especiales,
valiosos. En el mundo cristiano Geroge Weigel dice “no somos polvo de las
estrellas ni tampoco un producto accidental de la química del cosmos. No somos
solamente algo, sino somos alguien”. La promesa en el corazón de la
fé: que Dios, como Athanasius, el padre de la iglesia del 4 siglo dijo: “fue
hecho hombre para que nosotros podamos ser dioses”.
Demasiadas preguntas teológicas
quedan en el aire, y siempre lo estarán: ¿Acaso Jesús entendía la relación con
Dios en la manera en que los cristianos lo hacen ahora? Lucas afirma que sí: El
Hijo del Hombre sufrirá muchas cosas y será rechazado…y lo matarán y resucitará
al tercer día.” ¿Entendió Jesús la importancia de su rol? Juan afirma que sí: “Yo
soy el pan viviente que ha venido de los cielos; si alguien come de este pan,
vivirá por siempre; y el pan que daré para salvar al mundo es mi vida de carne
y hueso”. ¿Y cuánto de esto es historia recordada y cuánto es inventado por
pasión? Es imposible decirlo. Y así permanecerán hasta que los creyentes vean
cara a cara a Dios.
Los dejo con un texto de San
Agustín, el Salmo 105: “Busquen a Dios y su fortaleza: busquen a su cara
siempre”. Mientras la búsqueda sigue para muchos, cada cual con su propio
camino y creencia, Pablo ofrece algunas palabras reconfortantes: “Vayan en paz
entre ustedes mismos…guíen a quienes dudan, ayuden a los débiles, sean
pacientes con todos ellos. Vean de nunca pagar maldad con maldad y siempre
busquen hacer el bien los unos a los otros, Alégrense siempre, recen
constantemente, den las gracias…aférrense de lo bueno, absténganse de cualquier
cosa mala”-sabias palabras para todos nosotros, sin importar nuestras dudas…sin
importar nuestra fé.
- Jon Meacham 2005.
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