La segunda tradición contaba que
los apóstoles, incluyendo a Pablo, creían que Jesús se les había
aparecido a ellos; escribiendo en los primeros años después de la Pasión, Pablo
lista específicamente, a testigos oculares vivos, para poder convertir a
quienes dudaban que busquen testimonios que corroboren sus palabras. Pablo
parece ser muy claro en cuanto a los escépticos encontrando lo que buscaban si
leían la historia que él había escrito. Un poco menos claro era lo que debíamos
hacer acerca del evangelio descubierto después, aquél que no concuerda. El que
habla del descubrimiento de la tumba vacía y las apariciones de Jesús
resurrecto. Algunas veces aparece en carne y hueso; otras, puede traspasar
paredes. A veces, es instantáneamente reconocido; otras, hasta los mayores
devotos y seguidores no comprenden o distinguen con quién están hablando hasta
que Jesús se identifica a sí mismo. Lo más seguro es que las historias de la
post-resurrección representan diferentes tradiciones en la fé naciente. Los
detalles contrastados no ayudan al caso de los cristianos en el campo de la lógica;
pero los evangelios sí afirman que la tumba estaba vacía y que los creyentes
pensaron que Jesús resucitado se le había aparecido a algunos de ellos de vez
en cuando.
Escrito después de Pablo, los
evangelios nos hablan de sacrificio, redención y resurrección. Pero qué explica
la transformación de los discípulos escépticos, de miedo y preguntas a la
claridad y convicción acerca de la tumba vacía y su significado e la historia
de la salvación?
Tal vez el recordar las palabras
del mismo Jesús. Aunque muchos estudiosos se preguntan acerca del valor
histórico de las descripciones de Jesús en los evangelios, los apóstoles
tuvieron que llegar a la definición de su misión mesiánica de alguna manera y
es posible que Jesús haya hablado sobre esto en su vida- palabras que
regresaron a la memoria de sus seguidores una vez que el shock de la
resurrección los haya hecho meditar. Históricamente hablando entonces, el
cristianismo parece mucho menos una fábula que una fé derivada en parte de
tradiciones orales y escritas que datan del tiempo del ministerio de Jesús y
sus discípulos. “El hijo del Hombre es entregado a las manos de los hombres, y
ellos lo matarán…y después de eso….Él se levantará en el tercer día”. Jesús
dice esto según Marcos, quien añade que los discípulos no entendían lo que
había querido decir en ese momento y tuvieron miedo de preguntarle.
Que los apóstoles hayan creado
esas palabras parece no tener fundamento, ya que sus historias y el consecuente
mensaje de éstas forzaban a la credibilidad hasta en esos tiempos. Pablo
admitió la dificultad: “…nosotros evangelizamos hablando de un Cristo
crucificado, algo que los judíos no entienden y confunde a los gentiles.” ¿Un
rey que murió como un criminal? ¿Un ser humano que resucitó? ¿Un ser que se
adjudicó el sacrificio mayor? “Esto no es algo que el comité de relaciones
públicas de los discípulos hubiesen querido que salga,” dice el doctor Albert
Mohler Jr, presidente del Seminario teológico del Sur en Louisville, Ky. “El
mismo hecho de la complejidad del mensaje de salvación y su originalidad, creo,
habla sobre la credibilidad de los evangelios y sobre el Nuevo Testamento en su
totalidad”.
Las palabras de Jesús en la
última cena- que el pan y el vino representaban su cuerpo y sangre-ahora tenía
mayor sentido: Él era, según la iglesia temprana, una oveja sacrificada en la
tradición del viejo Israel. Leyendo las viejas escrituras, los apóstoles
empezaron a encontrar las profecías que Jesús había cumplido. Leyendo el
capítulo 53 de Isaías, ellos interpretaron a la crucifixión como el portal
necesario a un día glorioso: “..fue golpeado por nuestra transgresión, fue herido
por nuestros pecados…y con su sangre nos hemos curado”. En el Libro de los
Actos, Pedro es capaz de pregonar un sermón en donde Jesús está conectado a
pasajes de Isaías, Joel y los Salmos.
El escepticismo sobre la
cristiandad se había desperdigado y era entendible; Desde la perspectiva judía,
el historiador del primer siglo después de Cristo, Josephus, escribía: “Algún
tiempo atrás vivió Jesús, un hombre sabio. Concretó varios actos y era un
predicador…ganó los corazones de varios judíos y muchos griegos…y la tribu de
los cristianos, llamados de esta manera por Él, hasta ahora no desaparece”. En
una referencia separada, Josephus escribe de “Juan el hermano del llamado
Cristo”. Un buen judío de la casta predicadora, Josephus no desea darle a Jesús
el título de Mesías. En Atenas los filósofos le dijeron a Pablo que explique su
mensaje. “¿Podemos saber de qué está hablando con sus prédicas? Ya que usted
trae algunas cosas raras a nuestros
oídos…” Lo escucharon, pero la resurrección fue demasiado para ellos. En el
segundo siglo, el crítico anti cristiano, Celso, llamó a la resurrección una “pamplina”
y dudó del testimonio de aquellos que habían afirmado verlo. “Mientras estuvo
vivo nunca se ayudó a Él mismo, pero después de su muerte se levantó y enseñó
las marcas de sus castigos y cómo sus manos habían sido clavadas. Pero, quién
dijo esto? Una mujer histérica, como la definen ustedes y tal vez alguno que
otro que se dejó engatusar por el mismo conjuro, que tal vez haya soñado todo
esto y quisiera poder hacerlo realidad…o, tal vez, alguien que quisiera
impresionar a otros más por este cuento fantástico…”
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