viernes, 5 de agosto de 2011

Quién sabe, Alicia...(IV)

“Bienvenidos…” -se materializó un gato gordo-  “Alicia, querida Alicia después de tanto tiempo…”. Ella hizo un ademán de saludo y el gato respondió bajando la cabeza. Luego miró hacia mi lado y me dijo: “Hola pequeño…y tu nombre es…?”
“Soy Alonso. Mi nombre significa nobleza y preparación. Primo de Alicia desde muy niño…es un gusto.” Ellos rieron de manera bondadosa y me sentí bien alrededor de estos personajes medio raros. El gato nos dio de beber una taza de té y nos contó que era lo que nos esperaba pronto.
“Bien. Las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste. Tal vez demasiado desde la muerte de la reina. Cuando la aniquilamos nunca pensamos un futuro tan oscuro. Pero la reina blanca sedució al sombrerero desde que te fuiste y él hace todo lo que ella le indica. Al no haber maldad en estas tierras, la necesidad de un balance obligo a la reina blanca en convertirse en su propia enemiga y para eso reclutó a nuestro mejor amigo que se dejó llevar por su encanto. Tratamos de contactarte antes de que fuera tarde pero parecías perdida…”
“Lo estaba” – contestó Alicia –“Y me imaginé algo como esto. Por eso me deprimía y terminé en un asilo mental…estaba muy frustrada y no podía salir…y ahora esto. No es justo. Cómo está él? Ha pasado tanto tiempo pero igual lo recuerdo perfectamente. También era mi amigo.” El gato y el conejo se miraron y el gato desapareció. El conejo se acercó a Alicia y le dijo: “Lo hemos perdido. Hace mucho tiempo. No parece reconocer nuestra amistad. Y nos busca siempre. Si nos encuentra…” Luego se asustó y me miró y nos dijo: “Por eso necesitamos su ayuda!” Ustedes son los únicos que pueden ayudarnos a desbalancear el balance porque mi reloj marca ya las 4! Estamos tarde! Estamos temprano! Corramos hacia todo! Refugio en otro lado! REFUG…”
Alicia abrazó al conejo y éste se calmó. “Todo va a estar bien” -dijo ella. “Tranquilo. Debemos trabajar juntos y eso es lo que haremos. Pero, ¿cómo podemos ubicarlo?”
El conejo dio un brinco y dijo: “Yo sé! Yo sé! Pero el camino es difícil porque está bien resguardado y se presentan las cosas más inverosímiles…pero te ayudaré igual. Es mi deber de conejo!”.
“Yo también!” –dije yo. Ella sonrió.
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En el cristal donde nos escondimos habían todo tipo de cosas. Cartas gigantes rotas, flechas, arcos, almohadas hechas de hojas de parra, pociones, relojes que cantaban la hora al revés, y casas de muñeca. De repente, de una de éstas salió una especie de hada que iluminaba el refugio mientras todos dormían…me miró y me dijo “Llévame contigo pero no le digas a nadie”. Yo me asusté. Inmediatamente fue volando donde dormía Alicia, la vió bien y luego regresó hacia mí. “No tengas miedo solo llévame contigo a la hora de marchar.” Yo no contesté nada pero me fui durmiendo y el hada se metió en un pequeño bolsillo de mi camisa y descansó su luz sobre mis sueños.


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