martes, 13 de diciembre de 2011

Ese viejo baúl...

El proceso de liberación del ser:

Uno nunca sabe por qué o cómo empieza realmente una pequeña colección de objetos o artículos de interés. He visto como personas con las que empiezas a hablar de tu afición preferida de repente a los treinta y tantos años empiezan a coleccionar objetos que eran importantes en su niñez. Y así, con el paso de los años, la colección empieza a crecer y lo que era un hobby pequeño empieza a tomar la forma de un monstruo que te pide que gastes largas sumas de dinero para poder tener la colección completa.
Cuando empecé una de las mías me di cuenta de las ramas que tenían. Al coleccionar comics, también empecé a coleccionar objetos que tenían relación directa: videojuegos, posters, muñecos y demás. Pronto el cuarto quedó chico y el sueldo era repartido entre gasolina, comida, salidas nocturnas y…el hobby. Luego de varios años me di cuenta de que tenía ahora el deber de reducir la colección al no tener espacio suficiente. Así que me concentré en la pasión que desde chico despertó en mí el dibujo de Ditko, Kirby, Kane y otros: los cómics.
Imposible tener los originales ya que las sumas de dinero que se pagan por los primeros números de los héroes favoritos de siempre son ridículas. Así que empecé a adquirir solo TPB´s con historias antiguas: así puedes ver la real evolución de tal o cual personaje, los números clave reimpresos en diferentes formatos, el autor, el dibujante, la historia detrás de la historia y un largo etcétera.
Cuando vendí mi colección de muñecos y afines hubo un personaje que no pude soltar por más que quise: Batman. Y ojo que de niño moría por Spider-man pero al ir creciendo y leyendo los cómics mal dibujados y escritos del arácnido favorito perdí el interés por seguirlo y me concentré solo en su primera etapa. Sin embargo, el cómic que sigo hasta el día de hoy con variantes y todo es Batman. Muy bien escrito, muy bien dibujado y con los mejores villanos de ese mundo.

Bueno, la cosa es que empecé a vender muñeco tras muñeco y nunca pensé sentir ese real momento de liberación, de mutación y de frescura al desembarazarme de muchos artículos como figuras de acción, posters, maletas, mochilas, pelotas y un sinnúmero de objetos que dormían la paz eterna de los muertos en vez de ser utilizados por personas con la edad propia de poder abrir un juguete y darle el uso apropiado. Tuve el sentimiento de “desalojo de casa” y eso me indicó de una sutil manera que las cosas cambian y mutan y la investigación de uno mismo no termina nunca. Se abrió aquella ventana que no conocía de mi propia personalidad para darle paso a ese espacio que antes estuvo concentrado en la acumulación de objetos sin ningún valor personal mas que el de la nostalgia (y tengo suficiente con los recuerdos la verdad)…pero lo que descubrí fue un baúl vacío que podía llenar con nuevas cosas en mi interior. Y eso me pareció fascinante. Creo que cuando te sientes atrapado en una burbuja que tu mismo creaste es cuando debes romper alguna de las aristas para no repetirte y ver que nueva cosa puedes descubrir. El único momento en donde sentí que dudaba un poco fue al dejar ir al primer artículo pero después todo fluyó con una naturalidad bárbara. Sentí que era algo que le debía a mi espacio interior para poder organizarme y tener todo un nuevo espacio que he podido empezar a llenar con algo mucho más valioso que cualquier objeto articulado: la paz interior. Y el saber que de hecho, hay algún niño y o coleccionista por ahí disfrutando lo que yo alguna vez disfruté. Lo más curioso es que la mayoría de gente que compró mi colección eran personas que pasaban los 30 años. No sabía que habían tantos coleccionistas de juguetes; algunos venían hasta con sus enamoradas y los mas viejos, aquellos que pasaban los 40, me decían que eran para sus hijos…si claro. No les creí nada sobre todo cuando pagaban altas sumas de dinero. Cuando me preguntaban por qué vendía estas cosas la respuesta fue siempre la misma….”ya es hora”.
Y ya era hora de dejar que Spider-man, Superman y compañía vayan a hacer vivir los sueños a otra persona, otro niño de 45 años o pequeño de 8. Sin importar la edad, espero que el niño de todas aquellas personas no muera nunca y que la ilusión la puedan transmitir con la pasión debida a los hijos que crecerán extrañándose por qué sus viejos guardan aquél muñeco de Spider-man en la caja fuerte.

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