miércoles, 2 de mayo de 2012

Reza para no tener pesadillas...

Y por qué ah, profe?
La pesadilla recurrente es regresar al colegio. Así, sin más. No me preocupa sentir que no encajo a veces, me preocupa sentarme en un pupitre y no saber cuál es la cosecante del enigma matemático. No me preocupa andar desnudo por la calle, pero sí no sé quién es Calderón de la Barca, sudo frío. No me preocupa estar sucio, me preocupa salir al recreo y no tener con quién hablar a menos que sea algún profesor. Tampoco me preocupa no tener televisión; me preocupa llegar a la maldita quinta nota y no haber leído nada.
Y no es por nada, pero siempre odié el colegio. Algunos profesores eran realmente incompetentes y en su ignorancia, se hacían arrogantes. La religión siempre me dio risa y capté en seguida que si ponía cara de atento en clase, me ponían buena nota por más que no tuviese el más mínimo interés de saber por qué Barrabás fue liberado. Oh, herejía de la vida y yo, su máximo exponente.
Por supuesto, no fui ningún santo en el colegio pero pasé lo suficientemente desapercibido para que no me jodan la paciencia. Admito haberme prestado a alguna que otra querella en contra de los profesores, armar algún motín sin ninguna motivación política más que la de molestar a los “templos caminantes del  saber” y haber esperado a algún profesor a la salida del colegio para pegarle una trompada y se acuerde de mí para siempre por hacerme pasar vergüenza frente a mis compañeros en clase.
Hoy, muchas de esas santas bestias han muerto o desaparecieron a la hora de que surgieron las reformas que se necesitaban mucho antes. Pero la desidia del director, que compró una antena parabólica con la plata de los papás del alumnado, para luego verla bien bonita, grande y apuntando siempre al cielo – pero en su casa en vez del colegio, decía mucho de la manera en que se llevaban las cosas a fines de los ochentas. Pero del muertito no hay que hablar mal, dicen, porque ya no se puede defender o poner su cara de yo no fui. Eso sí, de política aprendimos mucho en muy poco tiempo.
Ahora, como les conté, ningún santo fui y el nintendo era en ese tiempo, la verdad de todos los días. Tanto o tal vez más, que el x-box o playstation en estos tiempos. Así que el gran castigo se daba cuando llegaba la libreta de notas y todos los rojos que adornaban la mía hacían que mis padres tomen la decisión de llevarse los controles hasta el próximo bimestre. Pero no importaba mucho porque igual ponía el cartucho de Mega Man y escuchaba la música para luego poder sacarla de oído en algún teclado. Ah, las buenas memorias…
Y así, 11 años de mi vida señores, que les aseguro NO se fueron volando y hasta hoy me aterran en sueños. Rescaté, eso sí , dos muy buenos compinches que hasta ahora veo de vez en cuando y que me recuerdan mucho a todas aquellas mañanas en donde hacíamos fila para entonar la canciones de un colegio que a principios de los noventa todavía contaba con casetera y un altoparlante barato cuando se escuchaban las primeras notas de un piano mal grabado y unas voces horrendas y desafinadas que nos indicaban que la semana de colegio acababa de empezar.

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