miércoles, 5 de diciembre de 2012

Mi estado....mi religiòn.


No vale la pena recordar las cosas malas que sucedieron, pero es bueno sacar algún tipo de experiencia positiva (cuando la hay) porque mientras crecemos o envejecemos, la coraza frente a las balas disparadas es solo resistente cuando has aprendido del pasado. Existe gente que no aguanta y que va por la vida sin poderla vivir plenamente. A ellos mi mayor pena. Pero cada quién con lo suyo y yo prefiero levantarme habiendo aprendido algo nuevo y relevante todos los días.

Claro es que el proceso de aprendizaje trae consigo un diferente estado de humor y sentimientos pero, ¿para que estamos aquí si no para aprender y luego inculcar? La verdad no es única, no la tiene la religión ni la vas a encontrar debajo de una piedra. La verdad está en nosotros, en lo que creemos en realidad, por lo que apostamos y lo que nos moldea para crear una vida próspera y pacífica. Tarea no siempre fácil porque se encuentran en el camino personas que no comulgan con lo que uno predica. Pero eso es normal…si no que aburrido sería todo! Intelectuales, testigos, abogados, músicos, deportistas, filósofos, creativos, gente que quiere ser lo que no es, pacifistas, anarquistas….todos tenemos un poquito de eso y un poco más de aquello.

Es nuestra personalidad.

Son nuestras características.

Es nuestra unidad.

Pero son las decisiones que tomamos una vez que hemos pensado cual es el camino correcto la que nos abre el telón frente a los demás que esperan a ver cuál pensamos que es el camino correcto. Nos miran, nos juzgan y los más cercanos nos protegen no importa qué. Es bien sabido que nuestros padres, por más que no estén de acuerdo con nuestras decisiones y no las apoyen, siempre están ahí. Y la razón no es sólo porque nos quieren; la razón es más compleja. Es porque quieren que aprendamos, quieren que tomemos nuestras propias decisiones cuando estemos solos, quieren que entendamos. Esta básica manera de actuar del ser humano es esencial para el progreso de las siguientes generaciones. Lo que nuestros padres nos enseñen, nosotros se lo enseñaremos a nuestros hijos.  Tengo una responsabilidad muy grande cuando vengan los primogénitos ya que las enseñanzas de mis padres han sido excepcionales en todo sentido. Admito no siempre haberlas seguido al pie de la letra pero esa es otra historia.

Siempre hay un día para empezar a vivir mejor. Siempre leo que esta semana todos vamos a empezar a hacer una dieta. Todos vamos a empezar a ser mejores en año nuevo. Todos vamos a tratar mejor a nuestro prójimo. Todos vamos a empezar a leer. Todos vamos a estudiar. Todos vamos a dejar de gastar en banalidades. Todos vamos a ahorrar. Todos vamos a ser mejores y todos vamos a cumplir. Yo en realidad, ante esta imposible misión de cumplir todos nuestros deseos pediría ser constante en sólo dos de mis deseos y eso haría que esté en un mejor lugar conmigo mismo y, por ende, con los demás. Y si eso pasara con todos nosotros no me cabe duda que la alegría de lograr algo y que realmente la gente esté contenta por lo que logramos haría que conviviéramos con más sonrisas auténticas y menos envidia real y, por fin, dejáramos los libros de autoayuda sin leer por el resto de nuestras vidas porque en realidad no los necesitaríamos.

Lo único que necesitamos es amor. Y aprender a ser felices como somos.

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