En realidad, era muy difícil ver a la abuela en ese estado. Mi papá que la abrazaba y yo, callado en una esquina sin saber que decir. La pena embriagaba el alma tanto que las palabras sobraban y no encontraba una razón válida como para explicar que a ella le haya tocado vivir esa disfunción temporal de espacio y tiempo, ese querer y no querer, esa inestabilidad emocional, esa mirada perdida hacia la calle…
Aunque ya nos habíamos topado con esa experiencia, no sabíamos como lidiar con ella. Libros por aquí, libros por allá; no hijo, agárrale la mano de esta manera, de esta otra, acariciale la cara, asi sonríe..ves? y yo, callado, meditabundo, haciendo lo que me decían, suspiro tras suspiro…
El tiempo ha pasado y ella sigue en cama sin reconocer a nadie.
Ya ni siquiera se que estatura tiene la mujer que me cargaba y que me quería mas que a todos los nietos en secreto (tal vez le haya dicho eso a todos? No lo sabré….); la que decía que me robé su lunar, que no soltaba su dedo el día que nací, que cantaba con sus viejos lp´s “la contamanina” a viva voz y bailaba huaynos, quien me invitaba un pedacito de chocolate a escondidas porque yo era el asmático de la familia, quien salía al frente a pegarle a todos cuando me hacían sentir lo pequeño e inútil que soy, la mujer de las historias más fantásticas en tierras lejanas y pobres, la de los secretos, la que nunca dejé de querer por más que no lo demostré….
Abuelita:
Disculpame por no haber podido parar al maldito Alzheimer.
Tocaré” la contamanina” una vez mas para ti en el piano, para ver si te paras de la cama y me agarras de las manitos al compás de ese waltz que hoy despertó conmigo.
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